se ha convertido en uno de los
grandes enemigos de la agricultura en España. Zonas como Andalucía, Murcia o
Extremadura ya no solo luchan contra la escasez de agua, sino contra un calor
que desafía la fisiología de las plantas y la viabilidad de muchas
explotaciones.
📌 La respuesta está llegando por varias
vías:
Selección varietal y
portainjertos resistentes a climas extremos.
Manejo agronómico inteligente:
podas estratégicas, densidad de plantación y cubiertas vegetales.
Riego de precisión apoyado en
sensores, datos y programación adaptada.
Bioestimulantes como STAMINA,
KEEP GREEN o MOMENTO, que buscan mejorar la fotosíntesis, retrasar la
senescencia y favorecer la recuperación tras los golpes de calor.
💡 Incluso grandes compañías están apostando
por soluciones biológicas y hormonas vegetales para reforzar la resiliencia
natural de los cultivos.
👉 ¿Estamos adaptando el campo al calor o
simplemente comprando tiempo antes de un cambio aún más radical?
Porque la verdadera solución
quizá no esté solo en nuevos productos o técnicas, sino en un
hashtag#nuevomodeloproductivo donde la gestión del agua, la diversificación y
la planificación territorial se conviertan en pilares centrales.
El reto no es menor: si no se
actúa con decisión, corremos el riesgo de que muchas zonas agrícolas del sur
peninsular se conviertan en espacios inviables para la producción tal y como la
entendemos hoy.
🌍 El estrés térmico es un recordatorio de
que la agricultura está en la primera línea del cambio climático. Y la cuestión
ya no es si nos hashtag#adaptamos… sino hasta dónde estamos dispuestos a
transformar el modelo para sobrevivir.
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