Desde el pasado mes de junio los
precios del petróleo han disminuido en más de un 30 por ciento, al descender de
110 dólares a 72 dólares el barril, la más notable caída del precio del crudo
desde el 2009
Generalmente, cuando se producen
conflictos bélicos en el Medio Oriente, en el Golfo Pérsico y en el Norte de
África, o rivalidades de naturaleza geopolítica entre superpotencias, los
precios del crudo del petróleo tienden a subir en los mercados internacionales.
Esa ha sido la historia.
Pero ahora
ocurre algo extraño.
Ahora ha habido, casi
simultáneamente, disputas entre Israel y Palestina; guerra civil en Siria; la
creación del Estado Islámico del Levante (ISIS); inestabilidad política en
Libia y Egipto; crisis en Ucrania; sanciones a Rusia por parte de la Unión
Europea y los Estados Unidos; y a pesar de todos esos factores de riesgo, los
precios del crudo del petróleo, en lugar de subir, han bajado.
Desde el pasado mes de junio los
precios del petróleo han disminuido en más de un 30 por ciento, al descender de
110 dólares a 72 dólares el barril, la más notable caída del precio del crudo
desde el 2009, con tendencia a mantenerse en baja durante el 2015.
Las explicaciones que se ofrecen
sobre este fenómeno son variadas.
La primera apunta hacia la demanda.
Se afirma que como consecuencia de
la recesión económica en Europa, la desaceleración del crecimiento en China,
Alemania y la India, la prolongada deflación en Japón, y la lenta y frágil
recuperación en los Estados Unidos, la demanda de petróleo ha disminuido.
En adición, se alega que debido a
las políticas de ahorro y eficiencia energéticas que se vienen aplicando desde
hace varios años en diversos países del mundo, y que ha dado lugar al mayor uso
de gas natural y al surgimiento de energías alternativas, como la eólica y la
fotovoltaica, ha habido menor dependencia del petróleo, y por consiguiente, una
tendencia hacia la disminución de sus precios.
Naturalmente, si por las razones
que fuesen, la demanda ha disminuido, los precios, de manera natural, tienden
hacia la baja.
En esa primera explicación, por lo
tanto, lo que se plantea es que la persistencia de la crisis económica global,
y la incapacidad que hasta ahora ha prevalecido de superarla, ha provocado un
desequilibrio en la demanda que se refleja no sólo en la disminución de los
precios del petróleo y sus derivados, sino, además, en los de la mayoría de los
productos básicos o commodities.
El lado de la oferta
La segunda explicación acerca de la
reducción de los precios del petróleo se fundamenta en la oferta.
Se sostiene que desde el 2007, los
Estados Unidos, debido a la revolución energética suscitada con el llamado gas
de esquisto (shale gas), ha incrementado su producción de 5.5 millones de
barriles diarios de petróleo a 9 millones de barriles.
Más aún, 500 mil barriles han sido
adicionados desde el mes de julio a la actualidad, y conforme a los pronósticos
de la Agencia de Información de Energía de los Estados Unidos, para el año
próximo, 2015, se espera un nuevo incremento de 750 mil barriles.
La producción en Libia, que había
descendido a 200 mil barriles diarios, luego del derrocamiento de Muamar el
Kadafi, ha vuelto a subir a 900 mil barriles diarios de petróleo.
Pero, de igual manera, Arabia
Saudita, el mayor productor del mundo, con 11 millones 525 mil barriles cada
día, ha vuelto a aumentar su producción recientemente, y lo mismo ha ocurrido
con Nigeria e Irak.
En fin, lo que ha ocurrido es que a
pesar de una disminución en la demanda, generada por la crisis económica
global, se ha producido, al mismo tiempo, un incremento de la oferta, que en
estos momentos debe estar por algo más de un millón de barriles diarios por
encima de lo requerido por el mercado.
Ante esa situación, de incremento
de la oferta y disminución de la demanda, los precios del crudo se han
desplomado.
Ahora bien, si los precios del
crudo se han derrumbado como consecuencia de una saturación del mercado, esto
es, de que hay mayor oferta que demanda, ¿por qué razón en la reciente reunión,
celebrada en Viena, de los 12 países miembros de la OPEP, no se tomó la
decisión de disminuir la cantidad de petróleo que se coloca en los mercados con
el propósito de hacer subir los precios? Una primera explicación pudiese estar
en la necesidad de ir creando condiciones para la superación definitiva de la
crisis económica global que desde hace siete años se esparce por las
principales economías del mundo.
Desde esa perspectiva, el descenso
de los precios de los combustibles y otros productos, dado el enorme peso que
desempeñan en la dinámica de la economía global, podría constituir un aliciente
para lograr la reactivación del crecimiento en las economías afectadas por la
crisis.
Es evidente que una bajada en los
precios del petróleo beneficia a los países importadores netos del crudo, como
es el caso, por ejemplo, de la República Dominicana, ya que mejora la cuenta
corriente de la balanza de pagos; aumenta las reservas en divisas; ayuda a
mantener la estabilidad macroeconómica; y contribuye a una disminución de los
costes de generación de energía para la industria, la agropecuaria, el
transporte, el sector de servicios y los hogares.
Factores geopolíticos
Otra explicación pudiese consistir
en el hecho de que el incremento de la producción de combustibles en los
Estados Unidos, como resultado de la revolución del shale gas, haya ido
infundiendo el temor en Arabia Saudita, el mayor productor y exportador de
crudos en el mundo, de que eso, eventualmente, pudiese despojarle de sus cuotas
en los mercados internacionales.
Si se disminuye la oferta y suben
los precios, como algunos esperaban ocurriese en la reunión de la OPEP, los
productores norteamericanos habrían encontrado un estímulo para continuar
aumentando su participación en el suministro mundial de petróleo.
Por el contrario, si los precios se
mantienen bajos, por lo menos durante un tiempo, eso sería un desincentivo para
dichos productores, y una forma de Arabia Saudita preservar su cuota de mercado
en el comercio internacional.
Pero en adición a esas
explicaciones, surge también el criterio de que tal vez lo que verdaderamente
subyace en la actitud para mantener en baja los precios del petróleo, sea una
estrategia de carácter geopolítico, entre Arabia Saudita y los Estados Unidos
para debilitar algunos adversarios en el plano internacional.
Es el caso, por ejemplo, de Rusia.
Ante la crisis de Ucrania y la toma de Crimea, los Estados Unidos y la Unión
Europa han impuesto sanciones económicas a la Rusia de Putin.
Aunque éstas ya han dejado sus
huellas, se estima que dada la fuerte dependencia de Rusia de sus exportaciones
de petróleo y gas, un desplome del precio de los combustibles tendría un efecto
letal para su supervivencia.
Ya, de hecho, eso había ocurrido en
la década de los ochenta.
En esa ocasión, Arabia Saudita se
negó también a disminuir la oferta de petróleo, lo que, por supuesto, hizo que
los precios se desmoronasen. Esa caída de precios afectó de tal manera a la
economía de la Unión Soviética, que se considera fue una de las causas
determinantes de su desmembramiento.
Es el caso también de Irán,
afectado por sanciones impuestas por el mundo occidental a los fines de hacerle
abandonar su programa de enriquecimiento de uranio y desarrollo de capacidad
nuclear.
Ese país, conocido históricamente
como Persia, tiene, por igual, a Arabia Saudita, como rival por el liderazgo de
la región en el Golfo Pérsico, así como por la división entre sunitas y chiitas
en el mundo musulmán.
Finalmente, es el caso de
Venezuela, que ya perjudicada con problemas de escasez, de cambio de divisas e
inflación, se vería estrangulada económicamente con una baja de precios del
petróleo, debido a que la explotación del crudo es la fuente principal de
generación de ingresos para el país.
Aunque parezca paradójico e
incoherente, es posible que el conjunto de factores previamente indicados se
hayan combinado para, por razones disímiles, determinar la baja de los precios
del petróleo en los mercados internacionales.
Sea como fuere, lo que no cabe
descartar es que por razones de estrategia geopolítica, Rusia, Irán y Venezuela
hayan estado en el epicentro de una “guerra de petróleo” que pudiese tener como
objetivo su debilitamiento y eventual desestabilización
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