El nivel de consumo de un país se
puede medir por la cantidad de residuos que hay en el cubo de basura de una
vivienda”, dice José Saramago, premio Nobel.
Una familia portuguesa o española
de clase media, hace 50 años, podía tardar en llenar el cubo de la basura más
de una semana.
Hoy, cada hogar produce a diario
más de dos bolsas de desperdicios.
Muchos de estos residuos son
plásticos y envoltorios de aparatos y productos sin los cuales el hombre ha
vivido durante siglos pero que el consumismo al que incita la publicidad nos
hace creer indispensables.
Si el mundo es el hogar en el que
viven 6.600 millones de personas, el mar se ha convertido en uno de los mayores
contenedores de basura del planeta.
Más de seis toneladas de
desperdicios llegan a los océanos del planeta cada año, el 80% tiene su origen
en tierra firme y cerca del 70% de los residuos son plásticos que tiñen de
blanco y de negro el color de los mares, según las cifras del último informe de
Greenpeace sobre la contaminación de los océanos en el mundo.
Mientras se organizan guerras para
controlar el petróleo y se prevén crisis económicas y sociales a nivel global a
causa de la lucha por este combustible, los seres humanos consumimos plástico
sin ser conscientes de nuestra responsabilidad con nuestro planeta, con el
medio ambiente y con las generaciones futuras.
Muchos son los embalajes que cubren
los objetos, alimentos y utensilios que adquirimos en los supermercados y las
tiendas.
Cuatro toneladas de plásticos, que
sobran en los hogares y que no son aprovechados ni reciclados, contaminan cada
año los mares.
El Programa de Naciones Unidas para
el Medio Ambiente estima que en el año 2005 había unos 13.000 fragmentos de
plástico por kilómetro cuadrado y que uno de cada siete trozos se posaban sobre
el fondo del mar, poniendo en peligro la biodiversidad marina.
Pedacitos de plásticos que, por ser
inservibles una vez que dejan de ser envoltorios, son ingeridos por peces,
tortugas, cetáceos y focas.
La ingestión de estos residuos puede
obstruir el aparato digestivo de los animales, lo que impide su correcta
alimentación y puede provocar la muerte por inanición.
Greenpeace estima que 267 especies
se encuentran afectadas por estos residuos plásticos en el planeta.
La emisión incontrolada de residuos
por parte del hombre provoca el deterioro de zonas que deberían ser
consideradas como patrimonio cultural e histórico por su riqueza natural.
Es el caso del Mediterráneo, cuna
fluvial de imperios y culturas milenarias, como la griega o la romana.
En la actualidad, el Mediterráneo
es el mar con mayor cantidad de desperdicios en sus fondos, cerca de 2.000
unidades de basura por cada kilómetro cuadrado.
Si volvemos al ejemplo del cubo de
basura que exponía Saramago, vemos la relación entre el consumismo
irresponsable, sobre todo, en aquellos países que se autodenominan
desarrollados y la cantidad de residuos que contaminan el planeta.
Si los océanos se han convertido en
el vertedero de toda la gran familia que habita este planeta, vemos como aquellos
miembros de la familia que más objetos de consumo disponen –los occidentales-
son los que mayor cantidad de basura vierten a mares en torno a los que se han
levantado civilizaciones enteras.
Así, después del Mediterráneo, el
Mar Caribe, las costas de Indonesia, el Mar Celta –Irlanda-, o el Mar del
Norte, son otras zonas que acumulan grandes cantidades de basura en sus fondos
marinos.
Menos mal, pensarán algunos, que
ningún mar atraviesa EEUU.
Todos somos responsables del uso y
del reciclaje de los residuos.
Con nuestra actitud a la hora de
consumir y de tratar los desperdicios, podemos evitar que el mar se convierta
en un cementerio de las especies marinas.
Si sabemos convertir en útiles
aquellas cosas que nos sobran y que tiramos a la basura sin pensar en los daños
que pueden producir al planeta, podremos evitar que el mar cambie su singular
color azul por el negro de las bolsas y el petróleo
No hay comentarios:
Publicar un comentario