lunes, 17 de noviembre de 2014

OCÉANOS DE PLÁSTICO















El nivel de consumo de un país se puede medir por la cantidad de residuos que hay en el cubo de basura de una vivienda”, dice José Saramago, premio Nobel.

Una familia portuguesa o española de clase media, hace 50 años, podía tardar en llenar el cubo de la basura más de una semana.

Hoy, cada hogar produce a diario más de dos bolsas de desperdicios.












Muchos de estos residuos son plásticos y envoltorios de aparatos y productos sin los cuales el hombre ha vivido durante siglos pero que el consumismo al que incita la publicidad nos hace creer indispensables.

Si el mundo es el hogar en el que viven 6.600 millones de personas, el mar se ha convertido en uno de los mayores contenedores de basura del planeta.

Más de seis toneladas de desperdicios llegan a los océanos del planeta cada año, el 80% tiene su origen en tierra firme y cerca del 70% de los residuos son plásticos que tiñen de blanco y de negro el color de los mares, según las cifras del último informe de Greenpeace sobre la contaminación de los océanos en el mundo.

Mientras se organizan guerras para controlar el petróleo y se prevén crisis económicas y sociales a nivel global a causa de la lucha por este combustible, los seres humanos consumimos plástico sin ser conscientes de nuestra responsabilidad con nuestro planeta, con el medio ambiente y con las generaciones futuras.

Muchos son los embalajes que cubren los objetos, alimentos y utensilios que adquirimos en los supermercados y las tiendas.

Cuatro toneladas de plásticos, que sobran en los hogares y que no son aprovechados ni reciclados, contaminan cada año los mares.
 
El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente estima que en el año 2005 había unos 13.000 fragmentos de plástico por kilómetro cuadrado y que uno de cada siete trozos se posaban sobre el fondo del mar, poniendo en peligro la biodiversidad marina.

Pedacitos de plásticos que, por ser inservibles una vez que dejan de ser envoltorios, son ingeridos por peces, tortugas, cetáceos y focas.

La ingestión de estos residuos puede obstruir el aparato digestivo de los animales, lo que impide su correcta alimentación y puede provocar la muerte por inanición.

Greenpeace estima que 267 especies se encuentran afectadas por estos residuos plásticos en el planeta.

La emisión incontrolada de residuos por parte del hombre provoca el deterioro de zonas que deberían ser consideradas como patrimonio cultural e histórico por su riqueza natural.
Es el caso del Mediterráneo, cuna fluvial de imperios y culturas milenarias, como la griega o la romana.

En la actualidad, el Mediterráneo es el mar con mayor cantidad de desperdicios en sus fondos, cerca de 2.000 unidades de basura por cada kilómetro cuadrado.

Si volvemos al ejemplo del cubo de basura que exponía Saramago, vemos la relación entre el consumismo irresponsable, sobre todo, en aquellos países que se autodenominan desarrollados y la cantidad de residuos que contaminan el planeta.

Si los océanos se han convertido en el vertedero de toda la gran familia que habita este planeta, vemos como aquellos miembros de la familia que más objetos de consumo disponen –los occidentales- son los que mayor cantidad de basura vierten a mares en torno a los que se han levantado civilizaciones enteras.

Así, después del Mediterráneo, el Mar Caribe, las costas de Indonesia, el Mar Celta –Irlanda-, o el Mar del Norte, son otras zonas que acumulan grandes cantidades de basura en sus fondos marinos.

Menos mal, pensarán algunos, que ningún mar atraviesa EEUU.
Todos somos responsables del uso y del reciclaje de los residuos.

Con nuestra actitud a la hora de consumir y de tratar los desperdicios, podemos evitar que el mar se convierta en un cementerio de las especies marinas.


Si sabemos convertir en útiles aquellas cosas que nos sobran y que tiramos a la basura sin pensar en los daños que pueden producir al planeta, podremos evitar que el mar cambie su singular color azul por el negro de las bolsas y el petróleo

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