El 70% de los desechos electrónicos
del planeta se encuentra en China.
El país asiático ha adoptado un
nuevo papel internacional y se ha convertido en el vertedero de los residuos
electrónicos obsoletos procedentes de Estados Unidos, Europa y Japón.
Este hecho supone el incumplimiento
de la Convención de Basilea, firmada por todos los países desarrollados, a
excepción de EEUU, que establece la reducción al mínimo del tránsito fronterizo
de residuos peligrosos.
Transformar los elementos
electrónicos en materias reutilizables es una tarea difícil y costosa. Reciclar
los materiales de un ordenador resulta diez veces más caro que enviarlos a
China.
Los países con altos niveles de
producción tecnológica cuentan con empresas que se dedican a comprar los
residuos electrónicos y enviarlos a los países asiáticos, que son receptores
del 70% de los desechos mundiales.
A su vez, las redes ilegales de
importadores reciben dinero por esos materiales.
China estableció una veda oficial a
la importación de residuos electrónicos, pero la corrupción en las aduanas
permite que se siga desarrollando esta actividad de forma clandestina.
Es un negocio que mueve mucho
dinero y que reporta importantes beneficios.
Los desechos, que llegan en enormes
contenedores, se acumulan en montañas de cables, monitores, placas o teclados.
Poblaciones enteras se dedican a
hurgar y fundir todo ese amasijo electrónico para obtener cobre, plástico,
acero e incluso pequeñas cantidades de oro, escondidas en los chips de las
placas madre de los ordenadores, que luego venden a comerciantes de segunda
mano.
Esta labor de reciclaje casero
supone para los habitantes de Guiyi o Tali, los principales basureros
electrónicos de China, un sueldo de entre 2 y 3 dólares, cantidades que
tardarían semanas en conseguir si se dedicaran al cultivo de arroz.
El precio que estas poblaciones
están pagando por desarrollar una actividad que les garantice la subsistencia,
se está cobrando en su salud y supone una grave amenaza para el medio ambiente.
La mayor parte de los materiales con los que trabajan son tóxicos.
Plomo, selenio, mercurio, en total
700 sustancias que, en forma de bandas de plástico o nubes de tinta, son
responsables de problemas respiratorios, cancerígenos y deficiencias en el sistema
nervioso.
Además, los líquidos resultantes de
fundir cables y placas se vierten sobre ríos y arroyos que presentan niveles de
plomo 190 veces superiores que lo permitido por la Organización Mundial de la
Salud.
El país asiático asimila los restos
de la sociedad de consumo y recibe su impacto.
Esta sociedad genera entre 20 y 50
millones de toneladas de basura electrónica al año, según datos del Programa de
Naciones Unidas para el Medio Ambiente.
De esa cantidad, China sólo es
responsable de un millón de toneladas.
Ordenadores, teléfonos móviles,
electrodomésticos o relojes, son aparatos cotidianos diseñados con un tiempo de
vida cada vez más reducido.
Si se tiene en cuenta la velocidad
a la que la tecnología queda anticuada, es probable que para 2015, países
vertedero como China vean triplicado el volumen de desechos.
Las naciones más ricas, capaces de
potenciar el papel de las plataformas de reciclaje de residuos electrónicos,
parecen esforzarse en proteger su entorno exportando los elementos contaminantes
a otros países.
Sin embargo, la reutilización de
estos materiales es algo imprescindible para asimilar el aumento de aparatos
electrónicos.
Organizaciones ecologistas acusan a
los fabricantes de estos productos de falta de compromiso en el establecimiento
de programas de reciclaje.
El gobierno chino estudia un
proyecto de ley que obligue a estos fabricantes a responsabilizarse del
reciclado.
Algunas de estas compañías ya
incluyen en el costo de los productos un porcentaje destinado para el
reciclaje.
El concepto de sostenibilidad por
el que se lucha a nivel mundial pasa por un aprendizaje de asimilación y
tratamiento de residuos.
La comunidad internacional debe
adquirir responsabilidades ante situaciones como la de los habitantes de Guiyi,
que sacrifican su salud para limpiar la basura de todos.
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