Tenemos el cambio climático hasta
en la sopa.
Pero el consumo de carne y la
manera en que nos alimentamos los 6.400 millones de seres humanos que habitamos
el planeta afecta al aire que respiramos, además de tener un claro impacto social.
Como el hombre está hecho de la
naturaleza que lo rodea, interactúa con ella, se sirve de ella para alimentarse
y forma parte de esa naturaleza de manera activa, vincularemos lo social a lo
medioambiental.
Un grupo de científicos y expertos
lograron el año pasado sensibilizar a millones de personas sobre la destrucción
del planeta por un modelo de consumo basado en los hidrocarburos.
Pero la mejora en los hábitos
alimenticios, queda pendiente.
Una de esas mejoras consiste en
consumir menos carne.
En casi medio siglo, el consumo
humano de carne en el mundo se ha cuadriplicado.
El consumo individual de carne se
ha duplicado en ese mismo periodo de tiempo, con la previsión para 2050 de que
ese consumo se vuelva a duplicar.
Aunque el consumo mundial de carne
no sea equitativo, los promedios están por encima de lo que la Tierra puede
aguantar.
Casi un tercio de la superficie de
tierra libre de hielo de nuestro planeta está dedicada o relacionada de alguna
manera con la producción ganadera, generadora del 18% de los gases de efecto
invernadero.
Otro 13% proviene del transporte y
otro 19,4% de actividades industriales, según el Panel Intergubernamental para
el Cambio Climático de las Naciones Unidas.
La ganadería utiliza un tercio del
terreno agrícola mundial para producir comida de animales, un proceso
relacionado con la deforestación de bosques tropicales, principalmente en
Latinoamérica, donde la explotación ganadera ha crecido en un 4% en los últimos
años, cuando la media mundial está por debajo del 2%.
Brasil y Argentina suplen la
demanda de cereales para alimentar al ganado del este asiático que, debido a la
pequeña extensión territorial y a la escasez de tierras cultivables, tienen que
importarlos.
El aumento de producción de
cereales para su importación ha tenido un precio: una creciente deforestación,
acompañado de expropiaciones de tierra, desalojos, amenazas e, incluso,
asesinatos por mafias clandestinas dedicadas a la tala y al tráfico de maderas
protegidas.
En Centroamérica, el área forestal ha
disminuido en un 40% los últimos 40 años, periodo que coincide con el
crecimiento de la ganadería.
Desde 1990, la superficie de
bosques en el mundo que se pierde cada año equivale al tamaño de un país como
Portugal, según datos de la FAO.
El aumento en la producción de
carne obedece a una transformación en los modelos de consumo en el mundo,
controlada por una minoría cada vez más pequeña que decide el surtido de
alimentos de las cadenas de los grandes supermercados, extendidos por todo el
mundo “desarrollado” y en expansión en países que anhelan serlo.
Tal es el caso de India y China
que, con 2.300 millones de habitantes, están disparando el consumo mundial de
carne.
En China, el consumo de alimentos
de primera necesidad como el arroz ha disminuido de manera considerable, pero
la demanda de carne se ha cuadriplicado desde 1980.
Aunque el gigante asiático ha
tenido notables logros en su desarrollo económico y a la hora de paliar el
hambre, todavía existen millones de campesinos que padecen hambre.
En el mundo, más de 800 millones de
personas sufren hambre o desnutrición.
Aún así, la mayoría de los cultivos
de maíz y soya del mundo alimenta animales sacrificados para una minoría.
Como fenómeno más reciente, se
destinan miles de hectáreas para cultivar toneladas de soya argentina no para
alimentar a esa población hambrienta, sino para que algunas personas puedan
conducir su coche sin cargo de conciencia.
Por eso, Naciones Unidas habla de
“crimen contra la Humanidad”.
El consumo excesivo de carne es
propio de sociedades que están viendo crecer niños con menos esperanza de vida
que sus padres a su edad o con altas probabilidades de desarrollar diabetes por
sus hábitos alimenticios.
Tendremos que plantearnos dietas
menos dependientes de la carne y más equilibradas no sólo para digerir todos
estos datos, sino para mejorar nuestro cuerpo, nuestro entorno y nuestra
sociedad
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