Nada mejor para moverse rápido por
Japón que el tren bala, pero si lo que queremos es viajar disfrutando de los
innumerables tesoros naturales que encierra este fascinante país hay que
atreverse a alquilar un coche y hacer ruta.
Así por ejemplo podremos descubrir
Irohazaka, la sinuosa carretera que conecta la ciudad de Nikko con las montañas
de Oku, en la Prefectura de Tochigi.
La llaman “la carretera de las mil
curvas” pero en realidad solo tiene 48 curvas, todas ellas muy cerradas, que
serpentean a través de un bosque que cambia de color a medida que ganamos
altitud.
En otoño, cuando llega el koyo, el
espectáculo es increíble y su fama es tal entre los japoneses que el gobierno
tuvo que emprender hace unos años un ambicioso proyecto para modernizar y ensanchar
la calzada.
Eso sí, las curvas no se tocaron:
son parte del encanto de esta ruta.
Irohazaka la carretera de las mil
curvas en Jap%C3%B3n 2 Irohazaka, la carretera de las mil curvas en Japón
Las dos carreteras que forman
Irohazakha fueron construidas en 1954 y 1965 respectivamente, siendo
originalmente vías de peaje.
En un punto del camino hay espacio
para que los vehículos aparquen y disfruten del paisaje desde una plataforma de
observación con al valle a la que se accede mediante un teleférico.
Son muchos los habitantes de Tokio
que se animan a hacer esta excursión en coche en sus días libres.
Las vistas son prodigiosas,
ofreciendo al observador toda la belleza de las cataratas Kegon y del lago
Chuzenji.
Paralela a la carretera discurre la
vieja ruta que usaban los peregrinos budistas en su camino hacia el lago, uno
de los lugares sagrados de la región
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