Podemos describir dos tipos de
personalidades básicas en relación con el medio en que viven: el hombre rural y
el hombre urbano.
El primero inmerso en un lugar
reducido, donde las relaciones son cálidas y próximas, y los roles están muy
marcados: existe una jerarquía, no establecida por leyes escritas, pero sí por
el mismo devenir de la vida.
Funciona al ritmo que marca la
Naturaleza: el día y la noche, el frío y el calor, la lluvia y el sol, son sus
puntos de referencia.
La preocupación no surge de los
otros, sino de los ritmos de la Naturaleza.
La felicidad se centra en si
lloverá o hará sol, o si la cosecha no será arrasada por el granizo.
La propia Naturaleza marca el paso.
Por el contrario, el hombre urbano
no depende en nada de las circunstancias atmosféricas (trabaja igual los días
de lluvia o de sol) y solamente está preocupado por la previsión meteorológica,
en relación con la ‘estampida’ de los fines de semana.
Las relaciones son más distantes, e
incluso se escuda en el anonimato para acentuar más su individualidad.
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