Facebook no es un juego.
Es un medio de comunicación que
trasciende fronteras pero no está dicho que suplante la legalidad nacional o
internacional, relativa a las libertades públicas y derechos de asociación y de
expresión.
Optar por medios similares para
difundir su mensaje, es y será útil y eficaz, siempre y cuando dicho mensaje se
arrime a principios y reglas de derecho.
Antes que el Facebook y Twitter y
otras fórmulas de comunicación más o menos conocidas.
Hubo en su momento la radio, que
revolucionó los métodos de comunicación de masas y más adelante, fueron la
televisión y las imágenes en directo quienes acapararon el interés del público.
Por las circunstancias de la época,
esos medios fueron utilizados como herramientas de propaganda sobre las
poblaciones, por parte de los gobiernos y organizaciones con capacidad técnica
y financiera.
La gran revolución mediática
consiste en que el poder de comunicación puede ser individual a través del
móvil, el SMS y sobre todo de la red, incluyendo el mensaje audio-visual, sin
apenas coste alguno.
Basta con un ordenador o un
Smartphone y una conexión Internet para integrar un mundo globalizado receptor,
difundir su mensaje y crear su propio grupo o movimiento.
Es prematuro juzgar esta situación,
pero es obvio que se plantea de manera muy seria el futuro de las reglas
democráticas clásicas, que han prevalecido hasta el momento.
Lo más llamativo es el hecho de
desconocer la autoridad a la que responden estas redes sociales, su “línea
editorial” y sobre todo la manera de hacer prevalecer unos derechos
individuales o colectivos en caso de manipulación o agravio.
El derecho internacional vigente
parece a todas luces, rebasado por las nuevas tecnologías; la legalidad
nacional aún más.
Por otra parte la simpatía hacia la
revolución de la rosas en Georgia, fue el hecho de las televisiones
occidentales.
De igual modo el movimiento naranja
en Ucrania, se benefició de la misma cobertura mediática.
La libertad y el poder del pueblo
fueron siempre los eslóganes de estas protestas y a veces revueltas, más o
menos espontáneas.
Años más tarde, las cosas no
parecen haber cambiando substancialmente para esos pueblos que se rebelaron
contra una situación dada.
No pretendo con ello quitar
legitimidad alguna a los sobresaltos populares; todo lo contrario, pero eso sí,
apunto hacia los riesgos de desvío de sentimientos populares legítimos por un
sistema que no duda en disfrazarse y adaptarse con tal de mantener el poder,
cualquiera que sean las circunstancias.
Últimamente hemos asistido a la
revolución del jazmín en Túnez.
Actualmente la atención está
acaparada por el movimiento de la “generación Facebook” de Egipto, que corre el
riesgo de tener repercusiones internacionales impredecibles.
Estos movimientos y otros, merecen
respeto y consideración pero no dejan de
tener cierta analogía con movimientos precedentes que terminaron por volver al
mismo sistema prevaleciente e injusto que padece el mismo Occidente: Un sistema
económico ultra-liberal salvaje que se acapara la fuerza de trabajo, la
creatividad y el progreso en beneficio de una minoría mercantilista y
oportunista, generalmente próxima al poder político.
Sigo creyendo en un liberalismo que
de las mismas oportunidades a todos y en donde el Estado siga ejerciendo sus
funciones sociales y reguladoras.
Pero de ningún modo se puede
aceptar que el liberalismo, compañero de ruta imprescindible de la democracia,
se transforme en una estafa hacia el pueblo trabajador y productor importante
de riqueza.
Es hora de que las nuevas
tecnologías sirvan para concienciar a los pueblos.
Es posible utilizar los mismos
medios que los manipuladores para inmunizarnos contra las estafas políticas y
estratégicas de los poderes predominantes.
Si estamos frente a un complot de
especuladores y sanguijuelas sin sentimientos ni consciencia, Facebook y
Twitter pueden servir igualmente la causa de los desfavorecidos.
Hoy parece que Occidente defiende,
con razón, la libertad de estos nuevos medios de comunicación. Esperemos a ver,
en los próximos tiempos si se mantiene la misma determinación cuando la
rebeldía frente a un sistema globalizado injusto y empobrecedor en masa, se
manifieste en países occidentales.
Desde la ribera sur del
mediterráneo, no hay duda de que se apoya la libertad de comunicación y de
expresión por todos los medios disponibles.
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