Las poblaciones de El Salvador,
Guyana o el estuario del Río de la Plata acabarán debajo del mar, al igual que
otras zonas situadas en zonas bajas.
Las comunidades costeras en Costa
Rica se hundirán.
No hará falta un tsunami o un huracán.
El aumento del nivel del mar se
tragará grandes partes de nuestro mundo.
Según el último informe de
evaluación del Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático
(IPPC), el de agua de los océanos se ha elevado ya una media de 1.7 milímetros
al año a lo largo del siglo XX. Los escenarios estudiados para el futuro
indican que llegarán a subir entre 18 y 59 centímetros en los próximos cien
años.
Estas cifras, que parecen mínimas,
pueden provocar una cascada de efectos negativos.
Los más inmediatos serían las
inundaciones de espacios costeros, los daños a infraestructuras o en áreas
agrícolas.
América Latina podría perder el 50%
de sus tierras agrícolas en los próximos 40 años.
A esto hay que añadir la obsesión por construir más alto y más cerca en lugares muy cercanos a la costa para
favorecer el turismo.
Con ello no sólo se daña el medio
ambiente, sino que, además, las grandes sumas de dinero ganadas en este negocio
podrían quedar sepultadas bajo el azul del mar.
Existen también otros efectos a más
largo plazo, como el aumento de la erosión, el cambio en los ecosistemas o a
incrementar el nivel de sal en reservas hídricas. A pesar de ser los que menos
responsabilidad tienen, los países pobres son y serán los que sufren más, ya
que no tienen recursos para afrontar las consecuencias.
Graciela Magrin, del Instituto
Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de Argentina y autora de uno de los
capítulos del informe del IPCC, explica que “en América Latina los efectos más
importantes del calentamiento global van a estar relacionados con las costas y
con los aumentos en el nivel del mar, la modificación de los cursos ríos por el
cambio en el modelo de precipitaciones y el derretimiento de los glaciares, las
modificaciones de las regiones productoras agrícolas y ganaderas y los
problemas de salud en la población, porque los cambios en el clima van a
favorecer el desarrollo de enfermedades como el dengue”.
Según Naciones Unidas, más de 150
millones de personas en el mundo viven a menos de un metro de altura de la
marea mayor y 250 millones a menos de cinco metros. Entre ellos, muchos pueblos
indígenas que podrían estar condenados a desaparecer. Un estudio realizado en
2006 por el Tyndall Centre for Climate
Change Research de Reino Unido indicaba que en el caso de que el mar subiese un
metro, América y Asia serían los continentes con más superficie amenazada y las
pequeñas islas del Caribe las que tendrían más que perder con el aumento del
nivel del mar, en superficie terrestre, población y costes económicos.
Según los científicos, la subida
del agua se debe a dos factores principales muy relacionados con el
calentamiento terrestre: la expansión térmica de los océanos – el agua se
expande al calentarse-, y la fusión de los hielos.
Cada vez se conoce mejor el
primero, al que se atribuyen dos terceras partes del aumento del nivel de mar,
pero existen numerosas incógnitas aún sobre cómo evolucionarán las grandes
masas heladas el mundo.
Pero ante este panorama
devastador aún hay esperanzas.
Si el cambio climático está causado
por las actividades humanas, en nosotros mismos está la solución.
Para evitar daños catastróficos a
nuestra ecología, nuestra economía y nuestra sociedad, es necesario un nuevo
modelo de desarrollo que no esté basado en combustibles fósiles que emiten
grandes cantidades de CO2. Sólo drásticas medidas por parte de los gobiernos
pueden abrir la esperanza de detener la destrucción masiva de espacios
naturales emblemáticos y de las comunidades que las habitan.
Todavía estamos a tiempo, pero hay
que actuar urgentemente. El mundo necesita trabajar de manera conjunta para
prevenir esta crisis. O si no, tendremos que resignarnos a hundirnos en el mar
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