Mareas que
inundan los mares, pedazos diminutos que contaminan lugares remotos como el
Ártico o tan cercanos como el aire que respiramos. Los microplásticos pueden
encontrarse en productos tan dispares como los cosméticos o los neumáticos,
pero sus efectos sobre la salud no están claros.
Mareas que
inundan los mares, pedazos diminutos que contaminan lugares remotos como el
Ártico o tan cercanos como el aire que respiramos. Los microplásticos pueden
encontrarse en productos tan dispares como los cosméticos o los neumáticos,
pero sus efectos sobre la salud no están claros.
Unos
auténticos desconocidos hasta hace una década, cada vez son más frecuentes los
estudios que hablan de la presencia de microplásticos en los lugares más
insospechados, desde la orina y heces humanas, a las nieves del Ártico o las
profundidades marinas.
Los
microplásticos son partículas de polímeros sintéticos que llegan de dos
fuentes: pueden fabricarse como tal para una infinidad de productos o ser
resultado de la degradación del plástico por el efecto, entre otros factores,
de la luz ultravioleta.
La
Organización Mundial de la Salud ha señalado que no hay evidencias sólidas de
que la presencia de estas partículas en el agua potable sea una amenaza grave
de salud pública, aunque considera necesario hacer estudios más completos.
Otra contaminación menos conocida
Sin
embargo, el problema no son solo los microplásticos, sino otra contaminación
menos conocida. Al polímero plástico se le añaden productos químicos, “muchos
de los cuales se sabe que son tóxicos”, señala la investigadora del Instituto
de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua del CSIC Ethel Elajarrat.
La alerta
sobre la contaminación por plásticos llegó desde el mar. Estos residuos han
creado la que se conoce como isla de plástico o isla basura en el norte del
océano Pacífico o las terribles imágenes de animales muertos con el estómago
lleno de plásticos o enredados en ellos.
Sin
embargo, -agrega la experta- se ha visto que no es solo un problema marino,
sino también terrestre y, aunque sobre este hay menos estudios, se han
extrapolado los realizados en el medio marino.
Elajarrat
explica que hay dos vías principales de exposición humana a los microplásticos:
la ingesta de alimentos y la inhalación de aire, que “es importante y
considerable”.
El grupo de
investigación de Elajarrat está empezando a estudiar la presencia de estos
elementos en el aire de interiores -casas, oficinas, coches- y en el exterior.
Cualquier
producto que contenga microplásticos -tejidos, cuerdas, pinturas o barnices-
los va desprendiendo de manera gradual y quedan atrapados en las partículas que
hay en el aire que respiramos, señala.
Un reciente
documento de la Universidad canadiense de British Columbia cifra ente 74.000 y
121.000 las particulas anuales que una persona -estadounidense según la muestra
del trabajo- puede ingerir por los alimentos y la inhalación de aire.
Microplásticos
que salen de nuestras coladas y “van a parar a las vías fluviales y de ahí al
mar” o que usa la industria cosmética -en Europa se estima que cada año se
producen más de 3.000 toneladas para su uso en ese sector- para jabones, cremas
exfoliantes o dentífricos que con el uso contaminan el agua.
Una
contaminación que puede alcanzarnos de maneras insospechadas, como a través de
los plásticos en la agricultura -por ejemplo en invernaderos- de los que muchos
quedan en los suelos donde se fragmentan y sus compuestos químicos pueden ser
absorbidos por los cultivos.
Las aguas
que llegan a las depuradoras también llevan estas partículas que quedan
retenidas en los fangos, los cuales se usan como abono en la agricultura
provocando su presencia en los suelos.
Nuevas
investigaciones demuestran que la presencia de microplásticos puede frenar el
crecimiento de las lombrices de tierra, e incluso hacer que pierdan peso, lo
que puede tener un impacto grave en el ecosistema del suelo.
Un problema de gran magnitud
Elajarrat
señala que no somos conscientes de la magnitud del problema, que es “bastante
grave y a nivel mundial”, no solo por la cantidad que usamos, sino porque son
contaminantes que no se quedan en el foco de emisión, sino que se distribuyen
por todo el planeta y pueden alcanzar las zonas remotas, como el Ártico o la
Antártida.
Sin
embargo, aún no están claros los efectos que esta contaminación puede tener en
la salud, de ahí que muchos estudios científicos se dirijan ahora en esa
dirección.
Aunque el
tamaño de los microplásticos parece grande para atravesar las células humanas,
pueden seguir degradándose hasta partículas nanométricas, que “sí podrían
atravesar la pared de las células” por lo que hay que estudiar si esto es así y
qué efectos puede causar.
Además “una
gran cantidad de compuestos químicos” que se añaden a los plásticos ya se sabe
que son tóxicos para los seres humanos y causan -recapitula- desde cáncer a
disrupción endocrina o efectos neurotóxicos”.
El único
remedio frente a la contaminación de los plásticos es “reducir desde ya el
consumo abusivo” y ver que se hace con la gran cantidad de residuos que ya
existen. Hay líneas de investigación -indica Elajarrat- para desarrollar
métodos que puedan degradar los plásticos, por ejemplo con algunos hongos o
bacterias.
EFEVerde
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