El Panel Intergubernamental para el
Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC) quedó en el ojo de una tormenta
en Noviembre de 2009, cuando el hackeo[11]
y difusión de una serie de e-mails entre los principales miembros del
Panel, dejó en evidencia que el organismo científico internacional, manipula
los datos de las investigaciones, destruye pruebas y ejerce fuertes presiones
para acallar a los científicos escépticos, todo en aras de sustentar la tesis
–hasta aquí no demostrada- que el cambio climático es antropogénico.
El escándalo del 'Climagate' se
desató ante la denuncia que la investigación sobre la velocidad de desaparición
de los glaciares del Himalaya, había sido exagerada.
Posteriormente, una investigación
periodística realizada por el diario 'The Guardian' (UK) revela que los datos
sobre el aumento de la temperatura recogida en China y que sirvieron de base
para una de las investigaciones fundamentales en el informe del IPCC de 2007,
fueron manipulados; lo cual no solo invalida el resultado de dicha
investigación sino que llevan a la pregunta:
¿Cuánto dinero se gastó para producir un
informe científico falso?
¿Hubo
malversación de fondos?
¿Cuánta
investigación de campo valiosa y varias veces millonaria, se destruyó al
falsear los datos?
¿Es
o no delito destruir (aún por tergiversación o falsedad material)
investigaciones científicas financiadas con fondos públicos?
Pese a que este organismo funciona
con dinero de los estados, a ningún fiscal se le ocurrió iniciar una
investigación.
El Presidente del IPCC, el hindú
Rajendra Pachauri. De profesión ingeniero, ha sido la cabeza de los negocios
petroleros del Grupo Tata (India), grupo vinculado al comercio de "Bonos
de Emisiones", uno de los mecanismos previstos en los acuerdos de Tokyo.
Muy lejos del mundo científico, las
actitudes poco éticas de Pachauri, han disgustado a los científicos de peso; la
mayoría ha decidido abandonar la institución.
CASO:
Piratería de conocimientos y
medicina ancestral y patentización viciada.
En un libro muy interesante,
"Ni robo, ni limosna: pueblos indígenas y propiedad intelectual"
(IBIS Dinamarca, Bolivia), su autora, Annie Oehlerich de Zurita, afirmaba en
1999 –año de su publicación- que en el mundo, existían alrededor de 5000
fármacos basados en plantas medicinales conocidas durante siglos por pueblos
indígenas, sobre los cuales la Industria farmacéutica aún no había pagado
royalties ni dividendos.
Una investigación similar,
realizada por Jay McGown en 2006, enumera tan solo 36 casos de bio-piratería en
África.
En ninguno hubo distribución de
beneficios ni pagos de royalties.
Más curioso aún, resulta la
facilidad en la obtención de patentes de las plantas medicinales como si fueran
descubrimientos de laboratorio; para obtenerlas, basta con no mencionar que el
principio activo (droga) que se quiere patentar, es conocido desde hace siglos.
Las instituciones gubernamentales
solo verifican que se trate de algún fármaco o droga nueva y no registrada
anteriormente.
¿Algún
fiscal en algún lugar del mundo inició acciones legales para condenar una
piratería que mueve más de $us 14.000 millones?
¿Acaso
existen científicos con protección y otros sin protección, al mejor estilo de
la mafia?
Al centro, cerca de Nairobi se puede
observar el Lago Ruiru. Un microbio que crece en dicho lago, es el remedio
ideal contra la diabetes. Actinoplanes sp., tal el nombre de la bacteria, fue
patentada por Bayer.
El contenido del post es de mi autoría, y/o, es una recopilación de distintas fuentes.
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