viernes, 10 de octubre de 2014

EL LAGO ASESINO





















Catástrofes naturales hay de todo tipo y magnitud, muchas de las cuales han sido estudiadas a fondo por la ciencia.

EL 15 de agosto de 1984 en el lago Nyos, en Camerún, y dos años más tarde en el lago Monoun, en el mismo país.

El primero causó la muerte de 37 personas y miles de vacas.
El segundo fue mucho peor: mató 1.700 humanos y 3.500 animales.

En ambos casos, una densa nube blanca se expandió casi 30 kilómetros a la redonda.




















En un principio se creyó que la causa de las catástrofes podía tener que ver con el azufre, pero la hipótesis fue descartada pronto.

El geólogo William Evans fue uno de los científicos que se abocó a la investigación acerca de las causas del siniestro.

Él descubrió que el olor que, según los testigos, despedían los lagos durante la explosión, era semejante al que describían los pilotos de la Segunda Guerra Mundial cuando eran expuestos a altas concentraciones de CO2.

Cuando analizaros el agua, pocos días después del evento, tenía entre un 90 y un 99% de CO2” explicó Evans.
Al liberarse la presión de manera repentina, el gas produjo la explosión.

La causa de este evento fuera de lo común pueden haber sido los deslizamientos de tierra, ya que en ambos lagos se detectaron corrimientos en sus márgenes.














A poco de las explosiones, la concentración de dióxido de carbono triplicaba la máxima tolerable para el humano.

Este fenómeno es inusual, pero podría volver a suceder, con consecuencias calamitosas.













El lago Kivi, de Ruanda, por ejemplo, tiene una cantidad de metano que podría alimentar durante un mes las necesidades de energía de todo Estados Unidos.

Las pérdidas humanas y económicas si llegara a explotar serían incalculables.

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