miércoles, 27 de mayo de 2015

EL ESCÁNDALO DE LAS ABEJAS NO ES OTRO RUMOR















Exagerado y viral más, es un desajuste ecológico que podría estar relacionado con las empresas que elaboran pesticidas.

Efectivamente, podría haber una relación entre empresas farmacéuticas y disminución de las poblaciones de abejas. Esto, fundamentalmente no se descubre o percibe a través de las investigaciones que buscan desmentirse y solaparse unas a otras, sino, una vez más, de los flujos informativos y los intereses que abudan detrás de ellos.


El “Wiki-bees” como se ha bautizado en Internet, de Tom Theobald, el apicultor con documentos clasificados (al más puro estilo de Assange en Wikileaks), que explican el exterminio de las abejas, trata un tema muy sensible aunque del que resulta muy difícil formalizarse una opinón, y del que algunos consideran un posible desastre natural irreversible: la misteriosa desaparición de las abejas.

Theobald posee documentos que prueban que la Agencia de Protección Ambiental de EE.UU (EPA) sabe a ciencia cierta de las conexiones entre los pesticidas y las misteriosas muertes de abejas en todo el mundo.

Aún así la EPA sigue permitiendo el uso generalizado de pesticidas supuestamente tóxicos para las abejas, no viéndolos como tal, y a pesar de las advertencias de sus propios científicos, que han indicado las desastrosas consecuencias de estos venenos para los cultivos que son polinizados por las abejas todos los años.


El documento, que se filtró a este apicultor de Colorado, indica que la EPA ha ignorado las advertencias sobre el uso de la clotianidina, un pesticida producido por la multinacional Bayer, que principalmente se utiliza para semillas de maíz pretratadas y que provoca efectos neurotóxicos en el cerebro de las abejas, impidiéndolas orientarse y regresar al panal.

El pesticida ha tenido unas ventas de 262 millones de $ sólo en Estados Unidos el año pasado, pues también se utiliza para la soja, la remolacha azucarera, el girasol o el trigo.



Está avalado por el Comité Permanente de la Cadena Alimentaria y de Sanidad Animal de la Unión Europea, como anuncia Bayer en su web.

El documento filtrado (sus 101 páginas aquí, en PDF) es una respuesta a la solicitud de Bayer para aprobar el uso de su plaguicida en el algodón y la mostaza.

En el documento se invalida un estudio previo de Bayer que justifica el uso de clotianidina sobre la base de su seguridad para las abejas.


En el documento se pueden leer afirmaciones como “los altos riesgos de intoxicación a largo plazo para las abejas de miel y otros insectos beneficiosos” o “estudios de toxicidad aguda para las abejas muestran que la clotianidina es altamente tóxica tanto en contacto como en forma oral”.

Pero la opinión de los científicos de la EPA, aparentemente, no fue suficiente para seguir permitiendoque la clotianidina esté incluida dentro de la lista de sustancias autorizadas. En Europa, la clotianidina ya ha sido prohibido por Alemania, Francia, Italia y Eslovenia, por sus efectos tóxicos. No así en España, más dada al uso abundante de pesticidas de acción neurotóxica, y sobre todo, más dada al favor hacia las farmacéuticas.



¿Por qué no lo prohibe la EPA? La respuesta probablemente tiene algo que ver con la afinidad americana para con los productos de maíz, su gran granero de 88.000.000 hectáreas, su rentabilidad

. ¿Cómo Theobald terminó con un documento tan polémico entre sus guantes llenos de miel? Bayer, la empresa detrás de clotianidina, elaboró un estudio sobre la influencia de su pesticidad en el ciclo natural, en 2006, a petición de la EPA. Es decir, ellos mismos, en sus propias instalaciones, con permiso de Estados Unidos. Sin embargo, la EPA lo dio por valido y siguió permitiendo el uso de la clotianidina, que se comercializaba apresuradamente ya en 2003.

La EPA ha asegurado además, que “no revisará la clotianidina prontamente”, según Theobald, en un artículo muy detallado en la edición de julio de la revista Bee Culture sobre la clotianidina.


Actualmente están surgiendo campañas de presión y protesta contra la EPA para que cambie de opinión.


El 8 de octubre de 2010 llegó la noticia del supuesto descubrimiento del motivo de la desaparición de las abejas, por parte de la Universidad de Montana y el Centro Químico Biológico de Edgewood, perteneciente al ejército de EE. UU: el origen de la desaparición de las abejas es “un virus iridiscente de invertebrados (IIV), y un hongo conocido como Nosema Apis”. ¿Descubrimiento? No. Investigadores del laboratorio de Mariano Higes, del Centro Apícola Regional en Marchamalo, en Guadalajara, España, descubrió un hongo unicelular al que llamó Nosema ceranae, en las abejas domésticas o melíferas.


Esto nos lleva a una primera conclusión: si se repiten los mismos estudios científicos sobre las abejas es o bien porque estos no ofrecen resultados decisivos o porque son campañas para tapar las informaciones emergentes, poco rentables y peligrosas que surgen.

Además, en ningún momento, los grandes medios pusieron en duda la confianza del lobby de las farmacéuticas. En Requiem por las abejas, El País habló del Imidacloprid, un neuronicotinoide, y sí, acusó a Bayer Cropscience por sus productos pesticidas, pero poniendo una fe indudable en los controles de calidad. Controles que, como hemos visto, han fracasado.


En cualquier caso, si nos dedicamos a contrastar estudios, destacaría el del Instituto Julius Kühn (JKI) en Alemania (el que ha originado la oleada de rechazos al pesticida en 2010), que concluyó afirmando que “de manera inequívoca, en las abejas estudiadas, la muerte se debió a una intoxicación debido al contacto con el producto fitosanitario clotianidina presente en las semillas de maíz”.

La investigación demográfica de las abejas lleva al escepticismo de la gente con facilidad, sobre todo, debido a la ambigüedad que aportan los datos. Pero el asunto previo a lo científico está precedido, una vez más, por el lucro de algunos pocos.
Para colmo, Bayer está, según el diario británico The Guardian, junto a otras empresas europeas como BP, detrás de la financiación de las campañas de los candidatos electorales del Tea Party.

Por todo ello, hay que recordar que desde 1983, existe la Coordinación contra los peligros de BAYER. En su web, se afirma: “en la Unión Europea el proceso de valorar los plaguicidas parece haber sido tomado por la industria”.


La Comisión Europea demandó investigaciones independientes. “Los grupos de asesoramiento responsables de redactar las directrices sobre la evaluación de la toxicidad de plaguicidas se componen de “expertos” de la industria de los plaguicidas


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