En el verano del 2008, el equipo de
estudio de tortugas marinas vio salir a anidar a una tortuga en las cercanías
de Canto de la Playa, isla Saona, donde pasó varias semanas desovando en diferentes
nidos.
Era un hermoso ejemplar de tortuga
carey (Eretmochelys imbricata ), una de las especies de tortugas marinas más
amenazadas del mundo.
Fue bautizada como "Yolanda",
en honor a la bióloga dominicana Dra. Yolanda León.
En esa ocasión se le colocó un transmisor satelital que luego permitió al equipo descubrir que "Yolanda" vive en la zona de la plataforma costera compartida por Nicaragua y Honduras, a unos 1,500 kilómetros de isla Saona.
Al terminar de anidar en isla Saona en
2008 regresó a su lugar de residencia en Centroamérica.
Hace unas dos semanas, a casi dos años del marcaje, los expertos notaron a través del internet, que "Yolanda" abandonaba las costas de Centroamérica e iniciaba el regreso a isla Saona (Su itinerario puede ser seguido día a día.
Esto coincide con lo que se conoce sobre esta especie, la cual anida cada dos o tres años.
Como puede observarse en el mapa,
Yolanda regresa por una ruta diferente a la del viaje de ida, cuando nadó casi
en línea recta hacia su área de residencia.
El viaje de regreso lo ha hecho
bordeando las costas de Jamaica y la costa sur de Haití, haciendo un recorrido
mucho más corto.
Este le tomó unos 26 días, menos de la
mitad del viaje de ida.
No se sabe porqué al regreso toma una
ruta más corta.
En la madrugada del domingo 1 de agosto
ya había rebasado la isla Beata y se encontraba a la altura del Procurrente de
Barahona.
El jueves 5 ya había llegado al área de Saona.
En total, incluyendo sus movimientos en
las costas de Centroamérica, recorrió 9631 kilómetros.
Son pocos los proyectos de marcaje satelital que han tenido la dicha de ver regresar a sus tortugas después de tanto tiempo.
Los obstáculos son muchos:
Puede agotarse la batería, desprenderse
el transmisor, morir la tortuga, etc.
Yolanda ha realizado una verdadera proeza.
Eran muchos los peligros que la
acechaban.
Los días finales de este largo y
tortuoso viaje parecían un drama de suspenso.
El equipo técnico, constituido por profesionales dominicanos y de la Universidad de Valencia, se planteaba un montón de interrogantes:
¿Se enredará en una red de pesca?
¿Morirá arponeada por un buzo?
¿Se ahogará con la soga de una nasa?
¿Se atragantará con una funda
plástica?
¿La matarán cuando salga a poner a la playa
para comer su carne y quitarle su concha?
¿Robarán sus huevos cuando los ponga?
¿Será dichosa en el amor y encontrará un macho
digno de ella, para aparearse una vez llegue a la zona de reproducción?
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