Exagerado y viral más, es un desajuste ecológico que podría
estar relacionado con las empresas que elaboran pesticidas.
Efectivamente, podría haber una relación entre empresas
farmacéuticas y disminución de las poblaciones de abejas. Esto,
fundamentalmente no se descubre o percibe a través de las investigaciones que
buscan desmentirse y solaparse unas a otras, sino, una vez más, de los flujos
informativos y los intereses que abudan detrás de ellos.
El “Wiki-bees” como se ha bautizado en Internet, de Tom
Theobald, el apicultor con documentos clasificados (al más puro estilo de
Assange en Wikileaks), que explican el exterminio de las abejas, trata un tema
muy sensible aunque del que resulta muy difícil formalizarse una opinón, y del
que algunos consideran un posible desastre natural irreversible: la misteriosa
desaparición de las abejas.
Theobald posee documentos que prueban que la Agencia de
Protección Ambiental de EE.UU (EPA) sabe a ciencia cierta de las conexiones
entre los pesticidas y las misteriosas muertes de abejas en todo el mundo.
Aún así la EPA sigue permitiendo el uso generalizado de
pesticidas supuestamente tóxicos para las abejas, no viéndolos como tal, y a
pesar de las advertencias de sus propios científicos, que han indicado las
desastrosas consecuencias de estos venenos para los cultivos que son
polinizados por las abejas todos los años.
El documento, que se filtró a este apicultor de Colorado, indica
que la EPA ha ignorado las advertencias sobre el uso de la clotianidina, un
pesticida producido por la multinacional Bayer, que principalmente se utiliza
para semillas de maíz pretratadas y que provoca efectos neurotóxicos en el
cerebro de las abejas, impidiéndolas orientarse y regresar al panal.
El pesticida ha tenido unas ventas de 262 millones de $ sólo en
Estados Unidos el año pasado, pues también se utiliza para la soja, la
remolacha azucarera, el girasol o el trigo.
Está avalado por el Comité Permanente de la Cadena Alimentaria y
de Sanidad Animal de la Unión Europea, como anuncia Bayer en su web.
El documento filtrado (sus 101 páginas aquí, en PDF) es una respuesta a la solicitud de Bayer para aprobar el
uso de su plaguicida en el algodón y la mostaza.
En el documento se invalida un estudio previo de Bayer que
justifica el uso de clotianidina sobre la base de su seguridad para las abejas.
En el documento se pueden leer afirmaciones como “los altos
riesgos de intoxicación a largo plazo para las abejas de miel y otros insectos
beneficiosos” o “estudios de toxicidad aguda para las abejas muestran que la
clotianidina es altamente tóxica tanto en contacto como en forma oral”.
Pero la opinión de los científicos de la EPA, aparentemente, no
fue suficiente para seguir permitiendoque la clotianidina esté incluida dentro
de la lista de sustancias autorizadas. En Europa, la clotianidina ya ha sido
prohibido por Alemania, Francia, Italia y Eslovenia, por sus efectos tóxicos.
No así en España, más dada al uso abundante de pesticidas de acción
neurotóxica, y sobre todo, más dada al favor hacia las farmacéuticas.
¿Por qué no lo prohibe la EPA? La respuesta probablemente tiene
algo que ver con la afinidad americana para con los productos de maíz, su gran
granero de 88.000.000 hectáreas, su rentabilidad
. ¿Cómo Theobald terminó con un documento tan polémico entre sus
guantes llenos de miel? Bayer, la empresa detrás de clotianidina, elaboró un
estudio sobre la influencia de su pesticidad en el ciclo natural, en 2006, a
petición de la EPA. Es decir, ellos mismos, en sus propias instalaciones, con
permiso de Estados Unidos. Sin embargo, la EPA lo dio por valido y siguió permitiendo
el uso de la clotianidina, que se comercializaba apresuradamente ya en 2003.
La EPA ha asegurado además, que “no revisará la clotianidina
prontamente”, según Theobald, en un artículo muy
detallado en la
edición de julio de la revista Bee Culture sobre la clotianidina.
Actualmente están surgiendo campañas de presión y protesta
contra la EPA para que cambie de opinión.
El 8 de octubre de 2010 llegó la noticia del supuesto
descubrimiento del motivo de la desaparición de las abejas, por parte de la
Universidad de Montana y el Centro Químico Biológico de Edgewood, perteneciente
al ejército de EE. UU: el origen de la desaparición de las abejas es “un virus
iridiscente de invertebrados (IIV), y un hongo conocido como Nosema Apis”.
¿Descubrimiento? No. Investigadores del laboratorio de Mariano Higes, del
Centro Apícola Regional en Marchamalo, en Guadalajara, España, descubrió un
hongo unicelular al que llamó Nosema ceranae, en las abejas domésticas o
melíferas.
Esto nos lleva a una primera conclusión: si se repiten los
mismos estudios científicos sobre las abejas es o bien porque estos no ofrecen
resultados decisivos o porque son campañas para tapar las informaciones
emergentes, poco rentables y peligrosas que surgen.
Además, en ningún momento, los grandes medios pusieron en duda
la confianza del lobby de las farmacéuticas. En Requiem por las
abejas, El
País habló del Imidacloprid, un neuronicotinoide, y sí, acusó a Bayer
Cropscience por sus productos pesticidas, pero poniendo una fe indudable en los
controles de calidad. Controles que, como hemos visto, han fracasado.
En cualquier caso, si nos dedicamos a contrastar estudios,
destacaría el del Instituto
Julius Kühn (JKI) en Alemania (el que ha originado la oleada de rechazos al pesticida
en 2010), que concluyó afirmando que “de manera inequívoca, en las abejas
estudiadas, la muerte se debió a una intoxicación debido al contacto con el
producto fitosanitario clotianidina presente en las semillas de maíz”.
La investigación demográfica de las abejas lleva al escepticismo
de la gente con facilidad, sobre todo, debido a la ambigüedad que aportan los
datos. Pero el asunto previo a lo científico está precedido, una vez más, por
el lucro de algunos pocos.
Para colmo, Bayer está, según el diario británico The Guardian,
junto a otras empresas europeas como BP, detrás de la financiación de las
campañas de los candidatos electorales del Tea Party.
Por todo ello, hay que recordar que desde 1983, existe la Coordinación contra
los peligros de BAYER. En su
web, se afirma: “en la Unión Europea el proceso de valorar los plaguicidas
parece haber sido tomado por la industria”.
La Comisión Europea demandó investigaciones independientes. “Los
grupos de asesoramiento responsables de redactar las directrices sobre la
evaluación de la toxicidad de plaguicidas se componen de “expertos” de la
industria de los plaguicidas
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