Retirarse y vivir en una casita cerca del mar es uno
de los sueños más habituales.
Despertarse pasear por la playa, notar la brisa
en la cara, disfrutar de un maravilloso pescado y demás placeres de la vida
marina. A esta fantasía hay que añadirle ahora un nuevo plus, el que ha
revelado un estudio científico:
los que viven cerca del mar disfrutan de una mayor
salud mental.
El trabajo, publicado en el último número de la
revista Health&Place ha sido
llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Canterbury (Nueva
Zelanda), que compararon los datos de una encuesta nacional sobre ansiedad y
trastornos emocionales con datos topográficos: analizaron si en algunos lugares
del país había más problemas mentales que en otros
Y la conclusión fue muy clara: aquellos que vivían
cerca de mar sufrían menos problemas de este etilo.
Da igual que alguien tenga su casa en una ciudad tan
grande como Wellington -situada a orillas del mar de Tasmania- o en una pequeña
villa de pescadores, su salud mental es mejor que los que viven en una montaña o en el interior del
país, aunque estén rodeados de bosques o paisajes majestuosos.
Amber Pearson, una de las autoras de la investigación,
explica en declaraciones recogidas por la web IFL Science que el mar da más
paz “porque es absolutamente la naturaleza. En las zonas verdes o de
interior siempre hay algo hecho por los seres humanos, como campos de deporte o
lugares para descansar o divertirse.
Quizás si alguien viviera en un bosque completamente
natural, los resultados hubieran sido diferentes”.
El
siguiente desafío de los investigadores es descubrir si el efecto balsámico del
mar se debe solo al agua, por lo que van a empezar a
investigar la salud emocional de personas que viven cerca de grandes
concentraciones del líquido elemento, como lagos o ríos. Si así fuera, solo
quedaría preguntarse por el motivo real de este efecto balsámico.
¿Será
por que nuestro cuerpo está formado en un 75% por agua
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