La quema de combustibles fósiles y
la industrialización en general está provocando cambios en la atmósfera.
Uno de los efectos más conocidos es
el calentamiento global o efecto invernadero, cuyas devastadoras consecuencias
han sido expuestas en foros internacionales y el acuerdo es tan abrumador que
dio lugar al Protocolo de Kioto
Sin embargo, otra consecuencia de
esa contaminación es la lluvia ácida, cuyos efectos son muy conocidos, aunque
los políticos le presten poca atención.
El término lluvia ácida pertenece a
Angus Smith, un químico británico del siglo XIX que estudió el aire de
Manchester (Inglaterra).
Pero no fue hasta 1950 cuando se
reconoció la existencia de esta lluvia ácida y su poder de contaminación de
grandes áreas. La preocupación aumentó cuando pescadores observaron grandes
menguas en las poblaciones de peces en muchos lagos de Suecia, Ontario (Canadá)
y Adirondack (Nueva York).
En Noruega y Suecia los peces han
desaparecido de por lo menos 6500 lagos, de otros 1200 lagos en Ontario y más
de 200 en los Adirondack. Algunos sólo albergan algas y bacterias resistentes.
La precipitación ácida puede ser
lluvia, nieve, niebla o incluso la llamada precipitación seca, y tiene su origen
en la contaminación atmosférica, principalmente por los gases dióxido de azufre
(SO2) y diversos óxidos de nitrógeno (NOx), pues al mezclarse con el agua y el
oxígeno generan ácido sulfúrico (H2SO4) y ácido nítrico (HNO3). En el caso del
SO2 estas son las reacciones químicas:
SO2 + H2O ===> H2SO3 (ácido
sulfuroso)
2H2SO3 + O2 ===> 2H2SO4 (ácido
sulfúrico)
Esos gases ya son, por sí mismos
perjudiciales para la salud humana.
El SO2 es un gas incoloro que provoca
afecciones respiratorias y cardiovasculares, llegando incluso a provocar la
muerte.
Los ancianos y los niños son los
más afectados, pero también afecta negativamente a especies vegetales. Este
compuesto es el principal responsable de la lluvia ácida ya que se convierte en
ácido sulfúrico (H2SO4).
El dióxido de nitrógeno (NO2) irrita los pulmones,
causa bronquitis y neumonía, reduciendo la resistencia a las infecciones
respiratorias.
Sin embargo, estos gases se diluyen
normalmente en la atmósfera de forma que su concentración es sólo peligrosa en
ciertas ciudades y en ciertos momentos.
Así pues, lo que más afecta a la
naturaleza es la formación de esos ácidos sulfúrico y nítrico que caen junto
con la lluvia, provocando una lluvia demasiado ácida.
La fuente principal de óxidos de
nitrógeno (NO y NO2) es el transporte (automóviles, aviones...). Los óxidos de
azufre se producen en la quema de combustibles (especialmente carbón), en
centrales térmicas para producir electricidad, en la fundición de minerales y
en otros procesos industriales.
La acidez se mide en una escala de
1 a 14 conocida como escala de pH. El pH mide la concentración de ion hidrógeno
(H+, átomos sin su electrón) de forma que si el pH es menor a 7 se dice que
estamos ante un ácido, y si el pH es mayor a 7 se dice que estamos ante una base
o una solución alcalina (con más iones hidróxido, OH-). Un pH de 7 expresa una
solución neutra, es decir, ni ácida ni básica (con una concentración de iones
de hidrógeno igual a la de iones hidróxido: 10-7 g/L).
Cuanto más alejado del número 7 sea
el pH de una solución más ácida o básica será variando la acidez en 10 veces
cada unidad de la escala pH. Es decir, un pH de 4 es diez veces más ácido que
un pH de 5, y cien veces más ácido que un pH de 6.
La lluvia normal es ligeramente
ácida, con un pH de 5.6 aproximadamente. Esto es debido al ácido carbónico
(H2CO3) que se forma al disolver CO2 en las gotas de lluvia.
En la actualidad, en algunas zonas
la lluvia tiene un pH de 4.0 y, en raras ocasiones, llega a 3.0. En los bosques
del Este de Los Ángeles (EE.UU.) se ha encontrado niebla y rocío con un pH de
2.8 (casi 1000 veces más ácido de lo normal).
La lluvia ácida es una
contaminación que pasa las fronteras sin pasaporte.
La lluvia ácida de Quebec (Canadá)
y del Este de Estados Unidos tiene su origen en las actividades industriales de
este último país, y la de los países escandinavos se debe a la contaminación
atmosférica de Europa central y Gran Bretaña.
La lluvia ácida de Japón y el Este
de China se debe al uso masivo de carbón que hay en toda China. La
contaminación atmosférica sigue la dirección del viento y cae con la lluvia.
Efectos de la lluvia ácida:
En los ecosistemas acuáticos: La
acidificación de lagos y ríos conlleva un trastorno en la cadena alimenticia
ocasionado por la muerte de muchos peces, la intoxicación por comer este
pescado y la reducción de zooplancton, algas y plantas acuáticas.
El aluminio es un metal que se
disuelve con la lluvia ácida y contamina el agua. Por debajo de un pH de 5 ya
se presenta contaminación por aluminio. Entre otros problemas, esto genera
daños en las branquias y que los peces dejen de reproducirse. Los anfibios,
moluscos y crustáceos son parte importante en la cadena alimenticia de los
ecosistemas acuáticos y también se ven seriamente afectados. Por ejemplo, el
agua ácida disuelve con facilidad el carbonato de calcio interfiriendo en que
los moluscos lo incorporen a su concha. La contaminación por mercurio también
es agravada por la lluvia ácida y en los Grandes Lagos de Norteamérica la
concentración es tan elevada que está prohibido consumir ese pescado.
En los bosques: Miles de hectáreas
de píceas y abetos han muerto en los últimos años en Checoslovaquia y Alemania.
En Estados Unidos y Canadá también hay bastantes casos documentados (abeto
rojo, arces...). La lluvia ácida provoca que el calcio y el magnesio se
disuelvan y se pierdan, así como que el aluminio sea más fácil de absorber por
las raíces y provoque la muerte de éstas o daños que pueden facilitar la
llegada de enfermedades.
Hay que destacar que a corto plazo la lluvia
ácida puede ser benéfica para las plantas, pues fertiliza el suelo con azufre y
nitrógeno.
En los cultivos: Se ha demostrado
que la lluvia ácida provoca una caída en el rendimiento de los cultivos,
interfiriendo en aspectos tan importantes como la fecundación de las flores.
En las aguas subterráneas y en la
corrosión de tuberías: Evidentemente, las aguas subterráneas también pueden
presentar contaminación (por aluminio por ejemplo), lo cual es un riesgo para
la población humana que consuma esas aguas. Además, el agua ácida puede
disolver los compuestos metálicos de las tuberías o recipientes para agua,
algunos de los cuales son muy tóxicos, como el plomo, el cobre, el zinc o el
cadmio (de soldaduras).
En las construcciones humanas: Los
materiales de construcción (acero, bronce, pintura, mármol, piedra arenisca o
caliza...) sufren erosión por culpa de la lluvia ácida. Se acepta que el
principal agente corrosivo es el dióxido de azufre y sus productos secundarios.
Esta ha sido la causa de una
aceleración en la corrosión de estatuas que se mantuvieron bien durante siglos,
como las estatuas y monumentos de la Acrópolis de Atenas o algunos monumentos
de Italia, España o Japón.
Es imprescindible reconocer que la
lluvia ácida es un problema grave y que la mejor solución es la reducción de
las emisiones. También se pueden y se deben efectuar otras medidas, como usar
combustibles con poco azufre o reducir su concentración antes de usarlos.
Hay otras medidas que también son
importantes, como la limpieza de los gases antes de liberarlos a nuestra
atmósfera o usar piedra caliza molida durante la combustión. Las medidas más
efectivas son reducir el consumo de electricidad y utilizar fuentes renovables:
energía solar, eólica...
La OCDE (Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico), a la que pertenecen casi todos los
países industrializados, estudió en 1981 los costos de la implantación de
medidas de control.
Los datos y las investigaciones apuntan a serias
consecuencias políticas y socioeconómicas si no se hace nada. Ante este
panorama se han tomado algunas tímidas medidas que, por ahora, resultan
insuficientes (como la Ley de Aire Limpio firmada por Estados Unidos y Canadá
en 1990).
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