Si “preocupar” es
ocuparse de forma anticipada de algo, en el gobierno de Estados Unidos están
“preocupados” por la llegada de una tormenta solar.
No existe una situación de alarma,
ni una fecha inminente, pero el presidente Barack Obama emitió una
inesperada orden ejecutiva que publicó la Casa Blanca.
Instruye a varias secretarías y
agencias del gobierno de EEUU a que establezcan un plan en 120 días para antes,
durante y después de un evento climático espacial, como una tormenta solar.
Es un fenómeno que tiene la
capacidad de “desactivar una gran parte de la red de energía eléctrica”, lo que
afectaría el abastecimiento de agua, los servicios de salud y limitaría el
transporte, dice la orden.
Pero también tiene otras
consecuencias sobre los servicios y dispositivos humanos.
¿Qué hay que saber?
Cuando se habla de “clima
espacial”, en realidad, se está tratando de cómo es afectada la Tierra.
La Administración Nacional de la
Aeronáutica y del Espacio de EEUU (NASA, por sus siglas en inglés) explica que
ese clima está determinado por todos los eventos que ocurren en el Sol, como el
“viento” que desprende, los flujos de plasma y las cargas magnéticas.
“Nuestro Sol nos da más que un
flujo constante de calor y luz. El Sol baña regularmente la Tierra y el resto
de nuestro sistema solar con energía en forma de luz y partículas con carga
eléctrica y los campos magnéticos”, explica la NASA.
Entonces, cualquier tipo de
impacto que resulta en la Tierra y en los sistemas y dispositivos humanos es el
llamado “clima espacial”.
Muchas veces, ese clima viene de
una “llamarada solar”, que es un estallido intenso de radiación que se origina
de la liberación de energía magnética, normalmente asociada a las manchas
solares.
No existe otro evento explosivo
más grande en el Sistema Solar que cuando ocurren este tipo de llamaradas, las
cuales pueden durar desde minutos hasta varias horas.
“Normalmente vemos una llamarada
solar por los fotones (o luz) que libera”, explica la NASA.
El “viento solar” es la ráfaga de
partículas que salen expulsadas del Sol hacia el espacio, el cual llega a
alcanzar hasta 3,2 millones de kilómetros por hora de velocidad.
Sin embargo, dado a que hay “muy
poco” y su densidad es baja, se calcula que es 1.000 millones de veces más
débil que los vientos que sentimos en la Tierra.
¿Cómo lo resentimos?
Las partículas que libera el Sol y
que alcanzan a la Tierra afectan un escudo magnético que
protege al planeta del espacio, lo que es conocido como la magnetósfera.
Una tormenta solar tiene la
capacidad de interrumpir las comunicaciones satelitales, lo que
afecta las señales telefónicas, de televisión, de internet y los sistemas de
posicionamiento global (GPS), entre otros servicios cotidianos.
También, interrumpen
la señal de radio de alta frecuencia y hasta tienen la
capacidad de cortar el suministro de redes de electricidad.
Los aviones comerciales pueden
quedar incomunicados a medida que están más cerca de los polos, que es donde se
concentra la mayor parte de estas partículas.
Las naves espaciales pueden
presentar anomalías temporales, con daños en componentes electrónicos críticos,
paneles solares y sistemas ópticos tales como cámaras y sensores estelares.
La magnetósfera protege a las
personas en la Tierra, pero los astronautas pueden alcanzar el límite a la
exposición de radiación en cuestión de minutos.
Pero también tienen efectos
vistosos, como las auroras boreales que se pueden apreciar en algunos puntos
cercanos al Polo Norte, y las raras auroras australes que llegan a
ocurrir en el sur.
¿Qué ha ocurrido en el pasado?
La NASA tiene documentados varios
eventos significativos que son atribuidos al clima espacial.
El más antiguo del que se tenga
conocimiento directo fue el del 2 de septiembre de 1859, cuando
provocó que la red del servicio de telégrafos quedara
interrumpida de forma temporal.
Otro de los grandes eventos fue el
colapso de la red eléctrica llamada Hydro-Québec, en Canadá, el 13 de marzo de
1989, causado por corrientes de origen geomagnético.
Un fallo en un transformador dio
lugar a un apagón general que duró más de 9 horas y afectó a más de
seis millones de personas.
Pero quizás uno de los momentos de
mayor nerviosismo ocurrió durante la Guerra Fría entre EEUU y la Unión
Soviética, como relata el Instituto Smithsoniano.
En mayo de 1967, las comunicaciones
de radio militares de EEUU quedaron interrumpidas por una tormenta solar,
lo que el gobierno estadounidense en un momento interpretó como “actos
maliciosos” que requerían de una respuesta militar.
Sin embargo, la Fuerza Aérea de
EEUU ya tenía en funcionamiento un programa para monitorear el clima
espacial y dio aviso de que se trataba de una tormenta.
“Ese programa ayudó a los
militares a identificar la perturbación como una tormenta solar en lugar de malas
acciones de Rusia e impidió la agudización de las tensiones”, recuerda el
Smithsoniano.
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