Un estudio recrea la evolución durante
21 millones de años del Arco de Gibraltar para comprender por qué se cerró la
conexión entre el Mediterráneo y el Atlántico
El sistema del Arco
de Gibraltar es uno de los accidentes geográficos más peculiares de la Tierra porque
tiene la curvatura más cerrada de todos los que existen. Pero, como la Tierra,
está en constante movimiento, no siempre ha tenido la misma forma que presenta
ahora. Un equipo de geólogos ha reconstruido la evolución del arco que forman
las cordilleras béticas, en el sur de España, y del Rif, en el norte África,
desde hace 21 millones de años. Sin embargo, el equipo se ha centrado en un
periodo concreto, hace nueve millones de años, para comprender las causas de la
conocida como crisis de salinidad del Messiniense. Este episodio se produjo
hace seis millones de años cuando la comunicación entre el mar Mediterráneo y
el océano Atlántico se cerró.
La desconexión provocó que gran parte del
Mediterráneo se evaporase y aumentase la salinidad
Ana Crespo-Blanc, geóloga de la Universidad de Granada y
autora principal del estudio, explica que los científicos consideran el sistema
del Arco de Gibraltar todo lo que se encuentra en el extremo del Mediterráneo
occidental: “No solo los elementos emergidos de las cordilleras béticas y del
Rif, también lo que hay bajo el agua, desde el Golfo de Cádiz hasta el mar de Alborán”,
explica Crespo-Blanc. La apertura del Mediterráneo occidental como tal se
inició hace 26 millones de años, y hace unos 15 millones tenía una forma
semejante a la actual. Entonces, la conexión entre Atlántico y Mediterráneo se
hacía a través de dos corredores o pequeños estrechos. Uno de los corredores
estaba situado al norte del Rif y, el otro, por el sur de Antequera. Mucho
después, hace seis millones de años, ambos corredores se cerraron provocando la
crisis salina. Los geólogos han considerado que entre hace seis y nueve
millones de años ocurrió algo que provocó, en primer lugar, el aislamiento del
Mediterráneo y, posteriormente, de nuevo su apertura, formándose lo que hoy
conocemos como el Estrecho de Gibraltar.
Mediante la reconstrucción del arco, los
geólogos han comprobado que junto con la convergencia de los continentes se
produjo otro fenómeno en el límite de las placas de Iberia y África. En esa
zona existen grandes bloques de tierra que pueden llegar a medir 300 kilómetros
de largo por 150 kilómetros de ancho y que forman parte de los extremos de
ambos continentes. A lo largo de millones de años, estos bloques han ido
rotando muy lentamente sobre sí mismos. En el caso de la cordillera bética, la
rotación ha seguido el sentido de las agujas del reloj y la cordillera del Rif,
el sentido opuesto.
La sorpresa para los investigadores no
solo ha sido la existencia de estos bloques, sino la velocidad, desde el punto
de vista geológico, a la que han rotado. Un bloque situado en la cordillera
bética central, por ejemplo, ha girado hasta 53 grados en nueve millones de
años. “Esto significa que estamos hablando de casi seis grados por cada millón
de años. Para la mayoría de la gente esto parece muy poco, pero, en términos
geológicos, es una barbaridad”, explica Crespo-Blanc.
La sorpresa para los investigadores no solo ha sido la existencia de estos
bloques, sino la velocidad, desde el punto de vista geológico, a la que han
rotado
Entre las placas de África e Iberia, que
siguen estando en constante acercamiento, se encuentran las cordilleras de las
zonas béticas y el Rif. Mediante la colisión de ambos continentes se habían
creado mucho tiempo antes varias cadenas de montañas que forman lo que los
geólogos llaman el sistema del arco de Gibraltar. “Y es dentro de este sistema
donde hemos hallado esos grandes bloques que rotan”, explica la geóloga. Fue
precisamente esa rotación de los bloques lo que provocó hace seis millones de
años el cierre de la conexión Atlántico-Mediterráneo, así como la posterior
apertura del Estrecho de Gibraltar.
“Hace seis millones de años, llegó un
momento en que África siguió este movimiento hacia el noroeste, de forma que
fue surgiendo un relieve lo suficientemente grande como para impedir la
conexión entre el Atlántico y el Mediterráneo y por eso se cerraron los dos
corredores que conectaban ambos mares”, explica Crespo-Blanc. En esa época, el
agua que llegaba al mar de los grandes ríos que desembocan en el Mediterráneo
-como el Ródano, el Ebro, el Nilo o el Danubio- no era suficiente para
compensar la evaporación, por lo que el nivel del mar bajó a entre 1.500 y
1.700 metros por debajo del Atlántico. La gran concentración de sal que se dio
en el agua provocó el depósito de grandes cantidades de sales en el fondo
marino alrededor de los límites del Mediterráneo. Algunos de ellos son
asociados a las minas de estroncio, como las de Montevives, en Granada.
El agua que llegaba al mar de los grandes ríos que desembocan en el
Mediterráneo no era suficiente para compensar la evaporación
La reconstrucción que han realizado los
geólogos no solo es importante para conocer las causas del cierre del
Mediterráneo sino también para comprender cómo se generaron estas minas de estroncio,
un mineral muy importante en la fabricación de productos tecnológicos, y así
poder proteger las reservas del mineral. El estudio también puede servir para
estudiar la evolución de las fallas activas que provocan terremotos. “Y para
saber cómo se ha formado el arco de Calabria, en Italia, que es muy parecido al
de Gibraltar”, explica Crespo-Blanc. La investigación ha sido una colaboración
de más de tres años entre las Universidades de Granada yPablo
de Olavide y el Instituto
Andaluz de Ciencias de la Tierra.
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