Desde
hace cinco años, este científico estudia especies acuáticas de la región para
evaluar cuáles son las más aptas para la captación de sustancias tóxicas, en
particular metales pesados como el plomo, níquel, zinc, manganeso o cromo, que
abundan en los residuos de origen industrial.
En el
campo de investigación de la fitorremediación o de la aplicación de plantas
para la absorción de contaminantes la tarea más larga y puntillosa es la de
determinar cuáles son las especies aptas para realizar este trabajo.
En
Córdoba, por primera vez, está llevando a cabo esta tarea Carlos Harguinteguy,
investigador del Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (IMBIV), de
doble dependencia de la UNC y el Conicet.
Desde
hace cinco años, este científico estudia especies acuáticas de la región para
evaluar cuáles son las más aptas para la captación de sustancias tóxicas, en
particular metales pesados como el plomo, níquel, zinc, manganeso o cromo, que
abundan en los residuos de origen industrial.
Su investigación se centra
particularmente en la captación de tóxicos provenientes de los efluentes
industriales líquidos.
Para
ello desarrolla su trabajo en un invernadero “científico” o humedal artificial
(una pileta) en el que se colocan ciertos sedimentos especiales, se añade agua,
y se implantan determinadas especies que actúan como “esponjas” de una amplia
gama de contaminantes.
Sobre estos cultivos hidropónicos se realizan pruebas
sobre la capacidad y tasa de acumulación de metales pesados y el grado de
tolerancia de las plantas. Las distintas especies son sometidas a estrés y se
verifica cómo responden.
“En
Córdoba tenemos una gran diversidad de estas especies. Estamos evaluando
diferentes tipos biológicos, aunque deben ser especies autóctonas para
responder a las características ambientales del lugar y, además, evitar que
haya invasión en otros ecosistemas y desplacen a otras especies” explica
Harguinteguy.
De
acuerdo a los estudios realizados por el investigador, hay por lo menos tres
especies que presentan buena respuesta fisiológica para la absorción de metales
pesados. Se trata de especies macrófitas o acuáticas, encontradas en los ríos
Suquía, Xanaes y Ctalamochita y sus nombres técnicos son Egeria densa,
Myriophyllumaquaticum y Lymnobiumlaevigatum.
Las
dos primeras viven completamente sumergidas, y la tercera es flotante. Si bien
hay otras “candidatas” en estudio, Harguinteguy dice que estas tres
respondieron de manera “óptima”. Estas plantas acuáticas, al igual que las
terrestres, “desarrollan flores, polinizan, tienen raíces y semillas.
Además,
tienen mucha plasticidad, sobreviven a condiciones adversas”, detalla el
biólogo. ¿Qué ocurre luego con los tóxicos retenidos por las plantas?
Harguinteguy explica que lo recomendable es cosechar las especies cuando llegan
a su capacidad máxima de captación y también remover sus partes secas. Además,
advierte: “Las plantas, luego de absorber los contaminantes, deben tratarse
como un residuo peligroso, aunque- aclara-, el volumen en donde se encuentran
los tóxicos es mucho menor y de más fácil manejo”.
En
esta línea agrega:
“Las
especies que absorbieron los metales pueden tener otro tratamiento como la
degradación de manera aeróbica, lo cual reducirá aún más su volumen. También se
podría minimizar el residuo por secado, y finalmente disponer su
confinamiento”.
Aporte
a la industria El sistema estudiado y diseñado por Harguinteguy aún requiere
ser “testeado” fuera del laboratorio-invernadero. En esta línea, afirma que es
muy importante “vincularse con el sector productivo y salir un poco de este
ámbito cerrado que es la comunidad científica”.
“Lo
ideal sería probarlo en un sector industrial que esté generando desechos con
altos niveles de metales pesados. Fábricas de automotores y autopartes, mineras
o zonas de la industria metalmecánica, por ejemplo.
Pero
también, es muy útil para plantas potabilizadoras o en el sector gastronómico,
porque las plantas trabajan muy bien con residuos orgánicos.
De
hecho, esta metodología comenzó a aplicarse en estos casos”, completa el
investigador. De acuerdo a la Ley de residuos peligrosos (24.051), las empresas
están obligadas a hacerse cargo del destino de cualquier desecho generado, y
aún más de los que son tóxicos para el medio ambiente. En el caso de los
metales pesados, las compañías suelen contratar un servicio para su recolección
y tratamiento.
E
incluso hay controles que miden la concentración de metales pesados en los
efluentes industriales. Ventajas de la fitorremediación La aplicación de
plantas para la absorción de contaminantes se utiliza en otros países del mundo
y en Argentina ya fue probada exitosamente por un equipo de investigación en la
Facultad de Ingeniería Química, de la Universidad Nacional del Litoral (Santa
Fe). Es que la fitorremediación posee numerosas ventajas.
En
primer lugar, su costo es muy bajo. Según Harguinteguy, si se logra estabilizar
el sistema con las plantas y los humedales artificiales, el proceso se maneja
prácticamente solo.
E
incluso requiere un mínimo mantenimiento. Al producir una menor cantidad de
residuos tóxicos que los métodos químicos tradicionales, colabora en la
reducción del impacto ambiental de los efluentes industriales.
Además,
permite manejar grandes volúmenes de desechos y prevenir la contaminación de
aguas superficiales y subterráneas.
Las
plantas seleccionadas por Harguinteguy pueden captar diversos tipos de
efluentes: domiciliarios, industriales, del sector minero, curtiembre, entre
otros.
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