La manecilla
apunta a las 2 de la mañana y Oscar sigue acomodado en el sofá con la
televisión encendida.
Siente escozor
en los ojos, bosteza varias veces, aun así, no puede conciliar el sueño. Asume
que su trabajo de noche en un bar de la ciudad de México lo
acostumbró a pasar las noches en vela.
Según
la cronobiología, ciencia que estudia los tiempos y los ritmos
biológicos de los seres vivos, Oscar es una de las personas que sufren
desajustes en sus relojes internos, responsables de marcar los tiempos del
dormir, comer, producir hormonas o respuestas de defensa ante agentes
infecciosos.
El
cronobiólogo argentino Diego Golombek apunta que los seres humanos somos “relojes andantes”, pues nuestro
organismo depende de varios sistemas, llamados relojes biológicos,
que se ajustan a señales ambientales como la luz, la oscuridad, la temperatura
o el alimento para activar procesos vitales en momentos específicos.
Por la noche
se lleva a cabo la producción de melatonina, hormona involucrada en el sueño, el sistema
inmunológico y otros procesos internos. De ahí el nombre de “hormona de la
oscuridad“.
El Cortisol es
otra hormona que aumenta hacia la madrugada, eleva la tasa metabólica
(velocidad a la que el organismo utiliza la energía) y la temperatura corporal,
así al despertar nuestro cuerpo esta preparado para funcionar en el transcurso
del día.
Los expertos
han observado que al aplicar algún patógeno a un modelo animal en diferentes
horarios, la amenaza puede ser letal en un momento del día y en otro no. Los
científicos argentinos dirigidos por Diego Golombek analizan si la influencia
de la melatonina, el Cortisol y otras hormonas participa en los ritmos
cambiantes del sistema inmune, mismos que marcan la diferencia entre salir bien
o mal librado de una infección
El ser
humano está hecho para dormir de noche y estar activo en el día. Ir en contra de los horarios de nuestra naturaleza
puede repercutir en la salud y la calidad de vida
Las
desveladas y los turnos rotatorios implican alteraciones de los ritmos
biológicos que repercuten en la función del organismo. En el Tercer Congreso
Internacional de Cronobiología, realizado en Puebla, México, a principios
de mayo, el investigador Oscar Castanon, de los Estados Unidos, reportó un
trastorno grave en animales de laboratorio obligados a mantenerse despiertos en
periodos en que deberían estar dormidos.
Su
experimento consistió en inyectar a los roedores una toxina. Los científicos
detectaron el aumento de sus niveles de citoquinas; proteínas que comunican la
presencia de agentes infecciosos al resto del organismo. La reacción les generó
el descenso de la temperatura corporal y un descontrol en la respuesta inmune
que les ocasionó la muerte.
En humanos
se ha visto que los desafíos temporales causan trastornos de sueño, atención,
emocionales, hormonales, gastrointestinales y del metabolismo.
El
doctor Roberto Salgado, del Instituto de Investigaciones
Biomédicas de la UNAM, mencionó que se presenta una incidencia de
enfermedades metabólicas (diabetes y obesidad) en personas que trabajan de
noche y en turnos rotatorios.
El
investigador, quien también se presentó en el congreso de expertos de los
ritmos biológicos, identificó en animales activos en horas que deberían estar
dormidos, una mayor acumulación de grasa y resistencia a la insulina,
un antecedente de la diabetes. Según los cronobiólogos, el origen de los
trastornos de salud es la desincronización de los relojes internos con el
ambiente.
Lo cual
significa que algunos ritmos biológicos pueden adaptarse a nuevos horarios,
pero otros mantienen su funcionamiento en el tiempo biológico normal del ser
humano. El resultado es un caos interno que desajusta nuestra calidad de vida.
Estos
científicos concluyen que la luz artificial, la actividad industrial y los
servicios que requieren empleados las 24 horas del día, constituyen un mundo
contrario a nuestra naturaleza.
Quizás sea
difícil cambiarlo, sin embargo, uno de los mayores retos de la cronobiología
actual es encontrar alternativas para tolerarlo mejor
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