Una avioneta de doble hélice, con
capacidad para 46 pasajeros, despega de Cali rumbo a Guapi, uno de los pocos
municipios que conectan la costa pacífica de Colombia con el resto del país.
Mientras la avioneta se aproxima
turbulenta a la pista de aterrizaje, la vista desde la ventana traslada al
pasajero a un mundo dominado por la naturaleza.
Allí, la presencia humana solo se
muestra en pequeñas y aisladas poblaciones afrocolombianas e indígenas,
rodeadas de un vasto bosque de manglar cuya monotonía verde se ve rota por una
compleja maraña azul de esteros, ríos y canales.
Estos cuerpos de agua son el único modo de conexión que poseen estas poblaciones, ya que la construcción de caminos o vías férreas es una batalla perdida frente al manglar y las constantes incursiones de las mareas.
Intentar conectar estas comunidades es un desafío clave para su desarrollo, particularmente en un área afectada por el conflicto armado desde que los lugareños pueden recordar, y cuya realidad actual es la presencia de diversos grupos criminales enfrentándose por el control del territorio.
Si bien las actividades ilegales siguen jugando un papel significativo en la economía local y alimentan la violencia en la zona, mejorar la conectividad de sus “vías de agua” ayudará enormemente a integrar la región con el resto del país y mejorará el transporte de mercancías legales.
Pero cuando se viaja por la zona se comprueba que no será una tarea fácil.
Estos cuerpos de agua son el único modo de conexión que poseen estas poblaciones, ya que la construcción de caminos o vías férreas es una batalla perdida frente al manglar y las constantes incursiones de las mareas.
Intentar conectar estas comunidades es un desafío clave para su desarrollo, particularmente en un área afectada por el conflicto armado desde que los lugareños pueden recordar, y cuya realidad actual es la presencia de diversos grupos criminales enfrentándose por el control del territorio.
Si bien las actividades ilegales siguen jugando un papel significativo en la economía local y alimentan la violencia en la zona, mejorar la conectividad de sus “vías de agua” ayudará enormemente a integrar la región con el resto del país y mejorará el transporte de mercancías legales.
Pero cuando se viaja por la zona se comprueba que no será una tarea fácil.
La navegación depende de las mareas, cuya subida inunda los esteros y permite a las embarcaciones circular. Desafortunadamente, esto solo sucede durante aproximadamente cinco horas al día y su ventana de tiempo varia durante el año.
Desplazarse por los ríos y esteros se vuelve aún más complicado debido a los fenómenos de erosión, sedimentación y de la presencia de troncos y ramas que se desprenden del manglar. Aquellos valientes que se atreven a navegar por esta red compleja de canales sin ese conocimiento transmitido de generación en generación, muchas veces se extravían o el estero se seca y deben esperar pacientemente a que la marea vuelva a inundarlo.
Una vez te das por vencido, la única forma de
encontrar la salida es tener la suerte de dar con una comunidad y con algún
lugareño dispuesto a ayudarte.
Además, la infraestructura de transporte existente suele ser informal, insegura y carece de las instalaciones necesarias para la carga de mercancías, el amarre de embarcaciones y el embarque/desembarque de pasajeros.
Además, la infraestructura de transporte existente suele ser informal, insegura y carece de las instalaciones necesarias para la carga de mercancías, el amarre de embarcaciones y el embarque/desembarque de pasajeros.
Algunos municipios cuentan con muelles de concreto deteriorados, otros se arreglan con escaleras de madera, y los menos afortunados no poseen ningún tipo de infraestructura, por lo que la ayuda se hace necesaria para saltar a la orilla o subir a la embarcación con un empujón. No es difícil imaginar el peligro que puede suponer para mujeres embarazadas, ancianos, personas con discapacidad o niños.
La carga y descarga de mercancías es igual de complicada, ya que los estibadores deben saltar entre embarcaciones con pesados fardos en la espalda y trepar por pasarelas estrechas.
En este contexto, ¿pueden imaginar el desafío que afrontan los habitantes del Pacífico colombiano cada vez que deben movilizarse para ir a la escuela, recibir atención médica o visitar un familiar?
Invertir en infraestructura de transporte y mejorar la conectividad de sus ríos y esteros es una necesidad clara para estos municipios y comunidades de la costa pacífica.
En 2016, el gobierno nacional, con el apoyo del Banco Mundial, realizó una importante socialización, que determinó cuales eran las prioridades para los habitantes del Pacífico. Esto sirvió para que conjuntamente se elaborase un nuevo programa con el objetivo de mejorar la conectividad de las vías navegables, así como la cobertura y calidad de los servicios de agua y saneamiento.
Este nuevo programa tiene el claro objetivo de impulsar la seguridad de la navegación y reducir los tiempos de viaje, construyendo muelles flotantes que se ajusten a los cambios en el nivel del agua producidos por las mareas y así proporcionar un mejor acceso a las embarcaciones, especialmente para mujeres, niños y personas con discapacidad.
A través de este proyecto, el gobierno de Colombia promueve la prosperidad compartida al centrarse en una región vulnerable que presenta altos niveles de pobreza, fragilidad, desigualdad, legado de conflicto armado, violencia, desplazamiento forzado, escasa provisión de servicios básicos y vulnerabilidad al cambio climático.
El Banco Mundial está listo para trabajar con Colombia en conectar estas comunidades del Pacífico y así mejorar la vida de más de 147.000 colombianos que llaman a este lugar único y extraordinario su hoga
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