PITUMARCA, Perú
Los turistas respiran con esfuerzo
mientras el oxígeno escasea en sus pulmones y continúan el ascenso rumbo a la
remota Montaña de Colores.
Después de dos horas de caminata llegan
a una cima adyacente a más de 5.000 metros de altitud y se retratan con sus
celulares junto a la rara belleza de la colina. Están muertos de cansancio,
pero felices.
Franjas con diversas tonalidades de
turquesa, lavanda y dorado dan la impresión de que la montaña está cubierta con
una manta multicolor, pero esa paleta es resultado de un choque de placas
tectónicas ocurrido hace millones de años. Desde 2013, una empresa de turismo
comunitario empezó a popularizar el sitio para evitar que la minería se instale
en la montaña.
Hasta 1.000 turistas diarios llegan
desde Cusco tras visitar la ciudadela de Machu Picchu. "Lo ves en las
fotos y piensas que es Photoshop, pero es real", dice Lukas Lynen, un
mexicano de 18 años que contemplaba en silencio las maravillas geológicas.
Aquí las parejas se besan, los amigos
se abrazan y la montaña se vuelve una estrella de redes sociales.
La popularidad de la Montaña de
Colores ha dinamizado el interés por la zona, pero un nuevo desafío permanece
agazapado y espera el mejor momento para intervenir: la minería de clase
mundial que remueve montañas de tierra a 100 kilómetros de distancia en dos
minas gigantes de cobre y ha dejado decenas de heridos en protestas contra
otros pueblos pastores, así como un juicio a la multinacional Glencore ante la
Alta Corte de Londres por la muerte de tres hombres de montaña.
Una zona de 400 hectáreas dentro de
la cual se encuentra esta montaña está solicitada en concesión por la minera
canadiense Camino Minerals para un futuro proyecto llamado Red Beds. The
Associated Press solicitó comentarios a la compañía basada en Vancouver para
saber cómo afrontaría una eventual extracción minera en una zona popular para
el turismo pero al momento no ha obtenido respuesta.
También recientemente, zonas cercanas
a la Montaña de Colores que incluyen algunos de los glaciares menos
contaminados del mundo y una laguna clave para la alimentación de la
hidroeléctrica que brinda energía al sureste han sido solicitadas como
concesiones en busca de cobre, plata y oro. La problemática no es local, sino
que ejemplifica lo que ocurre en todo Perú, el segundo productor mundial de
cobre, donde 18% del territorio está concesionado.
Y aunque el turismo favorece la
economía del país, la presencia masiva de turistas y de casi medio millar de
caballos a diario en una zona donde hace cinco años apenas caminaban algunas
decenas por mes, preocupa a los conservacionistas.
"Desde el punto de vista
ecológico están matando la gallina de los huevos de oro", dice Dina
Farfán, bióloga peruana que recorre la zona hace 15 años estudiando al gato
andino, uno de los cinco felinos más amenazados del mundo. Según relata, el
camino de cuatro kilómetros por donde turistas y caballos suben a la Montaña de
Colores se ha ido erosionando en apenas 18 meses. “Así va a morir en algún
momento”, piensa.
La explanada de tierra pelada del
tamaño de cinco campos de fútbol donde todas las mañanas llegan las furgonetas
con turistas desde Cusco era un humedal hace pocos años y ahora ya casi ni se
observan los patos salvajes que llegaban a tomar agua. El municipio de
Pitumarca, en cuya jurisdicción se encuentra la Montaña, reconoce que faltan
servicios de auxilio médico, señalizaciones y evitar que las aguas cloacales de
los baños se trasladen a un río que desemboca en el principal de Cusco.
Como en muchas zonas de Perú, los
municipios creados hace decenas de años son más débiles que las propias
instituciones ancestrales que existen por siglos.
Para acceder a la Montaña de Colores
los visitantes pagan 3,1 dólares que cobra la comunidad pastora de Pampachiri,
quien alega que la zona les pertenece. Al año recibe en promedio unos 400.000
dólares pero no tributa al municipio
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