Durante décadas, analizaron
sus cerebros, sus salarios, sus relaciones y sus traumas. Después de 85 años de
datos, encontraron una correlación sorprendente que nadie esperaba.
El éxito profesional en la
adultez no dependía del coeficiente intelectual, ni de la riqueza de los
padres, ni de las notas escolares. Uno de los predictores más fuertes de éxito
fue algo hacer las tareas del hogar en la infancia.
Sacar la basura o lavar los
platos no es solo limpieza; es entrenamiento cerebral. El estudio, conocido
como el Grant Study, reveló que las tareas domésticas enseñan una lección que
ninguna escuela puede replicar: la "ética de la contribución"
Cuando un niño tiene que dejar
de jugar para poner la mesa, aprende que el mundo no gira a su alrededor. Aprende
que es parte de un ecosistema y que su esfuerzo es necesario para que el grupo
funcione.
Los investigadores
descubrieron que los niños que hacían tareas se convertían en adultos que:
Reconocen cuando algo necesita
hacerse y lo hacen sin que nadie se lo pida (iniciativa). Tienen mayor empatía
hacia el trabajo de los demás. Manejan mejor la frustración y el retraso de la
gratificación.
En la era de la
"paternidad helicóptero", donde evitamos que los niños se aburran o
trabajen, Harvard nos dice que al protegerlos de las tareas aburridas, les
estamos robando la base de su futura competencia profesional.
Si quieres que tu hijo sea un
adulto exitoso, no le compres más juguetes educativos. Dale una escoba.
Fuente: Harvard Study of Adult Development (The Grant
Study) y Julie Lythcott-Haims (How to Raise an Adult). Universo
Sorprendente.

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