En los últimos
años, el problema del cambio climático ha captado un nivel de atención sin
precedentes y ello se ha traducido en una movilización internacional para
concertar acciones destinadas a mitigarlo, un mayor dinamismo en materia de
innovación tecnológica para contar con herramientas que permitan paliar sus
causas y una creciente preocupación por sus posibles consecuencias negativas
sobre el desarrollo económico y social de los países.
El tema ha
pasado incluso a integrar la agenda de prioridades del Secretario General de
las Naciones Unidas junto a los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
La
preocupación dominante a nivel mundial está correctamente enfocada a mitigar el
origen del problema —las emisiones de gases de efecto invernadero— para evitar
retroalimentaciones sistémicas irreversibles.
El flujo de
estas emisiones hacia la atmósfera y su acumulación a lo largo de los últimos
siglos han elevado las concentraciones aumentando de eso modo la temperatura
atmosférica a niveles peligrosos.
El régimen
internacional acordado en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el
Cambio Climático (CMNUCC) y el Protocolo de Kyoto solo limita la emisión de
gases de efecto invernadero de los países desarrollados y regula parcialmente
el uso de la atmósfera como sumidero de los gases de efecto invernadero antropogénicos,
y aún está lejos de tutelar la seguridad climática.
Por la otra,
además de hacer estimaciones sobre los costos globales de la mitigación del
problema, el informe Stern puso en claro que la demora en la acción hará más
cuantiosas las pérdidas de bienestar o producto global e inclinó la discusión a
favor del establecimiento de tasas de descuento muy bajas en el futuro y la
conveniencia de actuar sin demora En este informe se hizo referencia a lo que
se ha vuelto el estándar de seguridad climática para los países
industrializados y algunas economías emergentes:
Detener el
aumento de la concentración de las emisiones de gases de efecto invernadero en
la atmósfera, en un rango de entre 500 y 550 partes por millón (ppm) de CO2 eq,
que supondría un incremento global de la temperatura de entre 2,5oC y 3,5oC. Si
se rebasa este nivel, se estaría ante márgenes de cambio para todos los
sistemas, con muy bajas posibilidades de adaptación.
El incremento
de los gases de efecto invernadero en la atmósfera es de aproximadamente 2,5
ppm de CO2 eq al año y la concentración actual gira en torno a las 430 ppm de
CO2 eq. De mantenerse esa tasa de aumento, a mediados de este siglo se llegaría
a una concentración de 550 ppm, y posteriormente las emisiones seguirían
aumentando.
Desde esa
perspectiva, el tiempo para lograr la estabilización de las concentraciones en
niveles seguros se estaría agotando rápidamente.
La situación
de América Latina y el Caribe es distinta de la de los países desarrollados.
Estos últimos
son los que principalmente generan las externalidades globales resultantes de
las emisiones, y también las sufren, mientras que la región de América Latina y
el Caribe, si bien contribuye poco a generar esas externalidades, sufre sus
consecuencias de manera desproporcionada.
Si se toman en
cuenta las emisiones regionales, América Latina y el Caribe solo genera más
emisiones que áfrica, que ocupa el último lugar (aunque en términos de
emisiones per cápita se encuentra por delante de Asia y áfrica).
No obstante,
la región figura entre las más vulnerables por estar localizada dentro de la
franja de huracanes y tener numerosos Estados insulares y zonas costeras bajas,
depender de los deshielos andinos para el suministro de agua a los sectores
urbano y agrícola, y estar expuesta a inundaciones e incendios forestales,
entre otras particularidades.
Son
precisamente esas particularidades geográficas y la situación de América Latina
y el Caribe en la economía global las que obligan a realizar un análisis
específico de los efectos del cambio climático en la región.
Hasta hace muy
poco tiempo, la discusión se centraba en el impacto ambiental de este fenómeno
en la región y solo recientemente se ha prestado especial atención a sus
efectos económicos.
En este libro
de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), que tiene por
objeto contribuir a cerrar la brecha entre el ámbito ambiental y el económico,
se ofrece un primer análisis de la información más relevante para la región
sobre el tema disponible a 2009.
Asimismo, se
destacan algunos aspectos económicos relacionados con el cambio climático y sus
consecuencias en América Latina y el Caribe, como el vínculo con el comercio
internacional, el contagio negativo de las finanzas públicas y las futuras
restricciones a un desarrollo económico con alto grado de consumo de carbono.
El cambio
climático es una barrera para el desarrollo en términos de los recursos que se
perderán o que deberán reasignarse para adaptarse a sus efectos negativos.
Sin embargo,
también representa una oportunidad para buscar un desarrollo de mejor calidad,
con más inversiones en tecnologías que puedan mitigar algunas externalidades
ambientales negativas del proceso de desarrollo.
Es importante
atraer la atención de los equipos económicos de los gobiernos de la región
hacia estos temas, pues cuanto mejor preparados se encuentren, menores serán
las presiones imprevistas sobre el gasto y las pérdidas recaudatorias y mayor
la gobernabilidad económica de los países.
En suma, este
libro tiene por objeto brindar a los gobiernos de América Latina y el Caribe
algunos elementos de juicio que contribuyan al análisis de la relación entre
cambio climático y desarrollo.
En el texto se
destaca la enorme importancia de los mecanismos para distribuir adecuadamente
los costos del cambio climático.
Asimismo, se
señala que el entorno internacional en que se desenvolverá la región sufrirá
importantes modificaciones que llaman a la previsión en el ámbito del comercio
y de las futuras inversiones con base en la huella de carbono.
La información
presentada en este documento se complementará en un futuro cercano con los
resultados de los estudios sobre economía y cambio climático que se están
realizando en algunos países de la región (el Brasil, México y algunas naciones
de Centroamérica, América del Sur y el Caribe).
A medida que se vayan incorporando nuevos
datos, existirá una mayor certeza sobre la magnitud nacional y sectorial de los
costos de adaptación y de las potenciales ganancias de la mitigación.
En la
información revisada se incluyó literatura internacional reciente sobre cambio
climático que abarca a América Latina y el Caribe, como los escenarios a 2030
de la Agencia Internacional de Energía, el cuarto informe de evaluación del
Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) y los
informes preparados por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio
Ambiente (PNUMA) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
En estos
documentos se pone énfasis en la adaptación como estrategia para la región, en
las posibles ganancias de la mitigación con y sin mercados de carbono y en la
necesidad de proteger las finanzas públicas de los desastres físicos o
económicos que podrían redundar en menores ingresos y mayores gastos.
Por último, me
gustaría dar las gracias a Joseluis Samaniego, Director de la División de
Desarrollo Sostenible y Asentamientos Humanos de la CEPAL, por la coordinación
de este documento, a la División de Desarrollo Productivo y Empresarial, a
cargo de Mario Cimoli, por los aportes realizados sobre los impactos en el
sector primario y a la División de Recursos Naturales e Infraestructura, a
cargo de Hugo Altomonte, por su colaboración en las consideraciones relativas a
la energía. Alicia Bárcena Secretaria Ejecutiva Comisión Económica para América
Latina y el Caribe (CEPAL)
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