Las aguas marinas profundas
han alcanzado cada vez mayor reconocimiento como reserva fundamental de
biodiversidad, comparable a la biodiversidad asociada con los bosques de lluvia
tropical y los arrecifes de coral de aguas poco profundas.
La riqueza de los diversos hábitats
de aguas profundas – ventilas hidrotermales, manantiales fríos, montes submarinos,
cañones submarinos, llanuras abisales, trincheras oceánicas y volcanes de
asfalto recientemente descubiertos – incluye una amplia variedad de ecosistemas
y especies endémicas únicas.
A pesar de que aún no se ha
llegado a comprender en su totalidad la magnitud de la diversidad de las aguas
profundas (sólo un 0,0001% del lecho marino profundo ha sido sometido a
investigaciones biológicas), se han hecho estimaciones de que el número de
especies que habitan las zonas más profundas del mar podría lograr los 10
millones.
Se cree que el lecho marino
profundo sirve de soporte a más especies que el resto de entornos marinos
juntos.
La biodiversidad y los
ecosistemas marinos están amenazados por la contaminación, el comercio, las
actividades militares y el cambio climático, pero hoy en día la pesca sigue
constituyendo la principal amenaza.
El surgimiento de nuevas
tecnologías pesqueras y nuevos mercados de productos derivados de la pesca en
las aguas profundas ha impulsado a los barcos pesqueros a iniciar la
explotación de estos ecosistemas de gran diversidad, pero aún escasamente
comprendidos.
La mayor amenaza para la
biodiversidad de las aguas profundas marinas es la pesca de arrastre de fondo.
Esta técnica pesquera de
alta mar es la que más daña los montes submarinos y los corales de agua fría a
los que sirven de sustento.
Estos hábitats suponen el
hogar de varias especies de peces que habitan en el fondo del mar y tienen
aplicación comercial.
Los montes submarinos son
también una base importante para el desove y la alimentación de especies, tales
como los mamíferos marinos, los tiburones y los atunes, lo que los convierte en
unas zonas muy atractivas para la pesca.
Los largos ciclos vitales y
la lenta maduración sexual de los peces en las aguas profundas los hace
particularmente vulnerables a las actividades pesqueras a gran escala.
La falta de datos acerca de
los ecosistemas de las aguas marinas profundas hace muy difícil predecir y
controlar los impactos de las actividades humanas sobre ellos, pero parece
claro que los niveles actuales de pesca de arrastre de fondo en alta mar son
difíciles de sostener, e incluso podrían llegar a ser insostenibles a unos
niveles enormemente reducidos.
Es necesario establecer
medidas efectivas de gestión de la pesca y la biodiversidad en las aguas
marinas profundas.
La conservación de los ecosistemas
marinos se ha ampliado recientemente a las aguas marinas profundas con la
designación en 2003 del sistema de la Placa Juan de Fuca y las Ventilas
Hidrotermales En de avour asociadas (2.250 metros de profundidad y 250
kilómetros al sur de la isla de Vancouver, Canadá) como una zona marina
protegida
Existen varios mecanismos
para conservar las aguas profundas, tales como el Convenio de las Naciones
Unidas para el Derecho del Mar de 1982 (UNCLOS), el Acuerdo de las Naciones Unidas
sobre las Poblaciones de Peces de 1995 (UNFSA), la Autoridad Internacional de
los Fondos Marinos (ISA), el Convenio de las Naciones Unidas sobre la
Diversidad Biológica (CBD) de 1992 y la Convención sobre el Comercio
Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) de
1973.
Sin embargo, es necesario
poner en práctica estos mecanismos de manera más efectiva si se pretende
conservar y usar de manera sostenible los ecosistemas de las aguas marinas
profundas.
oooo
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