Pitillo en
Colombia y Venezuela, popote en México, bombilla en Bolivia, pajita en España y
Argentina, calimete en República Dominicana, absorbente en Cuba, sea cual sea
el nombre del tubo de plástico utilizado para beber de un vaso queda prohibido
en Washington a partir de esta semana.
Pocos saben que este dispositivo, en su
versión moderna, fue patentado precisamente en la capital estadounidense en
1888 por el inventor Marvin C. Stone, tras mostrarse molesto por los cilindros
utilizados previamente y fabricados con centeno.
En un
principio eran de papel sobre el que se aplicaba una capa de cera. Con el paso
del tiempo fueron sustituidos por plástico y su uso se extendió rápidamente por
todo el país a partir de las décadas de 1950 y 1960.
Así que no
es de extrañar que la ciudad en que se inventó, donde viven más de 700.000
personas y tiene su sede el Gobierno federal estadounidense, decida ahora
decretar su supresión.
Se trata de
la segunda gran ciudad estadounidense en prohibirlos, después de que Seattle (estado
de Washington) hiciera lo mismo en 2018.
“Se ha convertido en estándar que lleguemos a un
restaurante y uno ni siquiera tenga que decir nada. A cualquier líquido se le
pone inmediatamente una pajita de plástico. Y la gente ha comenzado a
preguntarse qué hago con un plástico que no he pedido”, explicó a Efe Tommy
Wells, director del Departamento de Energía y Medioambiente del Distrito de
Columbia, donde se encuentra Washington.
Wells
remarcó, además, que son “por definición objetos de un solo uso, nadie los
guarda para ser reutilizados” y que “su pequeño tamaño hace excesivamente
costoso su reciclaje” por lo que la mayoría acaba en los ríos y mares.
Solo en
Estados Unidos, se estima que se utilizan más de 500 millones de absorbentes al
día, y el objetivo es combatir la avalancha mundial de plásticos que amenaza al
planeta. La encargada de supervisar el programa en la ciudad, Katherine Antos,
remarcó que esta prohibición es “solo uno de los elementos del esfuerzo
integral y que busca liderar al país para acabar con los plásticos de un solo
uso”.
El Gobierno
de Washington ofreció un periodo de transición de seis meses, que concluyó este
lunes, por lo que a partir de ahora los negocios que no ofrezcan alternativas
de papel, paja o aluminio podrán ser multados, con sanciones de entre 100 y 800
dólares.
Por su
parte, Dan Simons, copropietario del restaurante Founding Fathers y uno de los
impulsores de la propuesta, aseveró que el objetivo es crear “conciencia
pública” de manera que sea “el propio público quien haga de difusor y diga:
‘Sí, no me hace falta. Quédese con ella”.
La
iniciativa, no obstante, ha generado quejas por parte de los consumidores en
Washington porque consideran que los materiales reciclables empleados,
especialmente el papel y el cartón, no son muy funcionales.
En Mi Casita
Bakery, un restaurante mexicano-salvadoreño en el barrio de Columbia Heights,
con un importante porcentaje de población latina, ya cuentan con los popotes de
papel.
Alberto
Vásquez, encargado del negocio, indicó que han estado explicando a los clientes
el cambio durante los últimos meses para que no los agarre por sorpresa.
Adaptación
“Es un
proceso que hemos tenido, más de seis meses, más que todo es la clientela la
que se va adaptando. No están muy acostumbrados a usar los popotes orgánicos,
que son de papel. Ellos tienen que entender que viene del Distrito y se trata
de ayudar a la ecología”, afirmó a Efe Vásquez.
El
comerciante remarcó que es “una buena medida” porque muchos de esos residuos
“van al río” y restó importancia a los nuevos materiales.
“El cartón
al mojarse da un saborcito diferente, pero no es nada del otro mundo”, dijo.
Entre sus
clientes se encontraba Javier Sandoval, de origen mexicano y con más de 30 años
en el país, quien probó por primera vez estas pajitas en el establecimiento
acompañando una soda con un pedido de guacamole.
“He estado en Texas, Virginia, en Carolina del Norte,
no lo he visto. Está bien por la contaminación, cuanto menos contaminante
mejor. Pero debería ser más eficaz, como usted puede comprobar, se deshace”,
sostuvo al expresar sus dudas sobre la viabilidad de los nuevos pitillos.
“Lo que
tienen que chequear es que no haya carros viejos que echen humos, que la gente
separe la basura orgánica e inorgánica. ¿De qué sirve que tenga un popote de
cartón y se vaya luego a Virginia en carro?”, agregó Sandoval.
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