El aumento poblacional en la
zona este del país y la alta demanda de agua por los complejos hoteleros han
propiciado el incremento de la intrusión salina en las corrientes subterráneas
de esa región, midiéndose en Bávaro la presencia de aguas salobres hasta 6.1
kilómetros de distancia de la línea de costa, significando un avance de 3
kilómetros si se compara con lo medido en 2002, de acuerdo a estudios.
La región este es de las menos
dotadas en el país con cursos de agua superficiales, siendo los que tienen los
mayores caudales los ríos Higuamo y Soco, debiendo explotarse la disponibilidad
subterránea mediante pozos y, según explica el ingeniero hidráulico Rafael
Damirón, muchos han sido construidos de forma inadecuada, muy profundos o con
altos caudales de extracción.
A pesar de que Bávaro-Punta Cana
comenzó su desarrollo como destino turístico en la década de 1970, y el Banco
Central reporta que solo en 2018 por el aeropuerto de Punta Cana llegó el 69.3
% de los extranjeros que visitaron el país, el crecimiento de este polo
turístico ha sido desorganizado.
Los gobiernos no han desarrollado un
sistema de saneamiento sanitario y tampoco se ha ejecutado la anunciada
conexión de la demarcación al acueducto de Higüey, que beneficiaría en general
al distrito municipal Verón-Punta Cana, donde para el último censo de población
de 2010 residían más de 54,000 personas, cifra que en la actualidad sería de
120,000, según cálculos de la autoridades locales.
Debido a la falta del servicio, el
agua potable consumida en el territorio se extrae de campos de pozos y de
sistemas privados que operan sin control ni supervisión de una entidad
reguladora, y podrían generar una sobreexplotación de los acuíferos. La
población también se abastece con camiones cisterna, que significan un gasto
para las familias. A esto se suma la deficiencia en el tratamiento de las aguas
residuales, que se mezclan en el subsuelo.
Solo en Bávaro-Punta Cana hay al
menos 140 pozos operando, y fuera de los centros hoteleros, en la zona de
Verón, entre pozos y filtrantes, hay más de 2,000, estima Damirón, quien es un
experimentado hidrogeólogo que ha diseñado sistemas de pozos para complejos
turísticos de la región este y para el sector público.
En Bávaro-Punta Cana hay más de
40,000 habitaciones hoteleras y la proyección oficial es que la demanda de agua
para el turismo en la zona se incremente a futuro conforme se construyan más
proyectos de alturas variables. Para 2015, el Instituto Nacional de Recursos
Hidráulicos (Indrhi) la estimaba, para todo el sector en la región este, en
21.20 millones de metros cúbicos por año. La institución proyecta que en 2020 subiría
a 31.80 millones de metros cúbicos por año y en 2025 a 55.65.
Mediante la resolución 6/2019, del 15 de mayo de 2019, el Instituto Nacional de
Aguas Potables y Alcantarillado (Inapa) declaró de interés público una
iniciativa público-privada presentada por la sociedad comercial PCVC Acueductos
& Alcantarillados, en la que participan cadenas hoteleras y el Grupo Punta
Cana, para la construcción y operación de un proyecto de acueducto y
alcantarillado en el polo turístico Punta Cana-Macao, bajo la modalidad de
concesión. Este sistema se abastecería de agua subterránea y los hoteles se
integrarían a su red.
La propuesta se encamina en un tiempo
en que estudios han medido un incremento de la intrusión salina, que ocurre
cuando el agua salada, que es más densa, se introduce desde el mar hacia los
acuíferos costeros. Aunque es un proceso natural que pasa en las costas, la
explotación inadecuada de las aguas subterráneas puede incrementar la intrusión
y afectar la disponibilidad de agua dulce para consumo humano y riego agrícola.
Solo para nueve campos de golf de la
zona este se demandan 2.3 millones de metros cúbicos de agua por año, calcula
el Indrhi en su Plan Hidrológico Nacional. En la región hay al menos 15 campos,
de acuerdo a lo que publica en su página web la Federación Dominicana de Golf.
De forma práctica, un usuario puede
darse cuenta cuando el agua está salobre por el sentido del gusto. También si
el jabón hace poca espuma o se deteriora constantemente la plomería. Esto
último le pasó a Thara de la Rosa en la vivienda donde residió por tres años en
Bávaro. La sal se acumulaba en las duchas y el tanque del inodoro, y tuvo que
cambiarlos en tres ocasiones por la corrosión.
Los
datos en Bávaro
Son escasos los estudios recientes
sobre la intrusión salina. De los encontrados por Diario Libre, se destaca una
investigación académica presentada en abril de 2018 por Maridelly Amparo
Salcedo, de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM). Esta
identificó 112 pozos de extracción de agua subterránea en Bávaro, distribuidos
en 22 campos de pozos construidos y administrados por 19 complejos hoteleros
estudiados. Las cifras excluyen los pozos existentes en la red del Inapa y
otros pozos privados.
En general, los pozos analizados
suplen agua a 44 hoteles y 28,455 habitaciones, donde se estima un consumo de
agua promedio de 2.40 metros cúbicos por habitación por día. Las profundidades
del nivel de las aguas en los pozos oscilaban entre los 5 y 94 pies.
La investigación verificó que, de
los 22 campos de pozos, 15 se encuentran salinizados. Se midió que 12 están en
el rango de agua salobre oligohalina (salinidad entre 0.5 a 5.0 gramos por
litro) y uno entra en el grupo de agua salobre mesohalina (salinidad entre 5 a
15 gramos por litro).
Sobre la relación entre el nivel del pozo y la
salinidad se encontraron valores similares a distintas profundidades, como es
el caso de uno de 63 pies y otro de 21.14 pies, ambos con una salinidad de 0.71
PSU (Practical Salinity Units o Unidad Práctica de Salinidad). En el océano
abierto, el rango de salinidad es generalmente de 32 a 37 PSU.
En el estudio se evidenció presencia
de aguas salobres oligohalinas hasta los 6.1 kilómetros de distancia de la
línea de costa, una medida que en la investigación se considera como un avance
de 3 kilómetros si se compara con mediciones hechas en 2002 por otros autores.
En su libro La cultura del agua,
el exdirector del Indrhi, Frank Rodríguez, explica que “cuando de los pozos se
empieza a sacar agua salobre, no solamente se tiene un agua de menor calidad
que hay que tratar para hacerla apta para consumo humano, sino que los costos
de operación aumentan”.
El hidrogeólogo Damirón informa que
hay hoteles que tienen instalados sistemas de ósmosis para purificar el agua.
Diario Libre trató de conseguir más detalles al respecto, pero no fue posible.
“A veces se confunde y se piensa que
la intrusión salina ha aumentado drásticamente, y no es que haya aumentado
drásticamente, sino que se está haciendo una explotación inadecuada, se están
construyendo los pozos muy profundos o se están usando caudales muy altos”,
dice Damirón.
El
problema va más allá de Bávaro
El potencial aprovechable de aguas
subterráneas en la región este es de 758 millones de metros cúbicos por año,
que representa 30.70 % de toda la recarga anual del país, destaca Rodríguez en
su libro.
En 2017, Diario Libre
publicó que el director de la Corporación de Acueducto y Alcantarillado de
Boca Chica (Coraabo), Fermín Brito, dijo que la sobreexplotación de más de 500
pozos para extraer agua en terrenos privados en ese municipio, construidos sin
un previo estudio de aforo ni con las especificaciones técnicas necesarias,
provocan el avance de la “cuña” salina debido a que se extraían cerca de 40
millones de galones de agua por mes.
Aseguró que, del total del agua
extraída, el 50 % corresponde a las academias de béisbol y el restante hoteles,
restaurantes, lavaderos de vehículos, bombas de combustibles y fincas, entre
otras empresas particulares.
Casi todas las islas del Caribe tienen problema de
intrusión salina. En el caso del este, podríamos decir que la situación a
futuro podría ser un riesgo.
Otto Cordero Encargado de Manejo Integrado de
Ecosistemas del Ministerio de Medio Ambiente.
Vista de la playa de Boca Chica, ubicada en un
municipio del mismo nombre donde se ha medido intrusión salina. ( DIARIO
LIBRE/BAYOAN FREITES)
El Indrhi ha determinado que, en
Boca Chica y San Pedro de Macorís, la zona afectada por la intrusión salina o
con fuerte riesgo, alcanza más de 15 kilómetros de distancia de la costa.
En 1999, un informe del Inapa
alertaba que el espesor de la capa de agua dulce sobre el agua de mar en San
Pedro de Macorís, difícilmente superaba los 10 primeros metros. Atribuía el
deterioro progresivo del acuífero a la forma en que habían sido ubicados los
pozos de explotación con respecto al mar, combinado con una extracción de las
aguas sin tener en cuenta ningún estudio hidrogeológico.
“Cuando haces un pozo vas a
encontrar primero el agua dulce, se te va a ir poniendo salada, hasta que en un
momento dado llegas a una salinidad igual que el agua de mar”, explica el
ingeniero Damirón, quien trabajó en el Instituto Agrario Dominicano.
El especialista recuerda que en 2001
se redujo la explotación en el campo de pozo La Joya, construido en 1993 en
Santo Domingo Este, para abastecer de agua potable. “Se hizo con unos pozos muy
profundos, se llegó hasta 250 pies de profundidad y con unos caudales muy altos
de 2,000 galones por minutos”, puntualiza. Asegura que en ese entonces no había
mucho conocimiento del problema. “A medidas que pasó el tiempo esos pozos
cambiaron su composición química y la intrusión salina los afectaba. Esos pozos
con salinidad (10 en total) se sacaron de servicio”.
Al respecto, Luis Salcedo, director
de Operaciones de la Corporación del Acueducto y Alcantarillado de Santo Domingo
(Caasd), confirmó que “cuando entró en operación la primera etapa del Acueducto
Barrera de Salinidad (en San Luis), se redujo la explotación de ese campo de
pozo para contrarrestar la intrusión salina”.
Un
acueducto: ¿la solución en Bávaro?
Otto Cordero, encargado de Manejo
Integrado de Ecosistemas del Ministerio de Medio Ambiente, destaca que a nivel
mundial la intrusión salina está avanzando porque se están descuidando los
sistemas de reforestación y la deforestación.
“Casi todas las islas del Caribe tienen
problema de intrusión salina. En el caso del este, podríamos decir que la
situación a futuro podría ser un riesgo”, asegura el funcionario al tomar en
cuenta que la tendencia en la zona es construir complejos hoteleros por encima
de las 600 habitaciones.
El ingeniero Damirón observa que, de
acuerdo a estudios hechos en 1998, el agua que se extraía en Bávaro-Punta Cana
con relación a lo que sale hacia el mar era de 4 %, en 2008 era 6.5 % y en 2018
subió a 26.9 %.
“Siempre lo que se bombea debiera
ser menos de lo que se está dejando salir al mar, o sea que estamos en un 26
por ciento, es decir, que con relación a la intrusión estamos todavía en un
punto aceptable, estamos por debajo del 50 por ciento”, calcula. Sin embargo,
aunque sostiene que el acuífero tiene capacidad suficiente para abastecer la
demanda que se proyecta para los próximos 20 años, recomienda hacer la
explotación de una forma adecuada, con pozos que no sean excesivamente
profundos y con caudales moderados.
Alerta que mantener la explotación
actual y no hacer nada conduciría a una gradual salinización de los pozos en un
corto plazo que estaría influenciada por la evolución del clima.
El sector privado está interesado en
que finalmente se construya un acueducto, bajo la modalidad de concesión, que
abarque a Verón, Friusa, Arena Gorda, Bávaro y Punta Cana, y se contrarreste la
informalidad del servicio de agua potable. La propuesta es una red de
abastecimiento de agua, que en su primera fase beneficie a los hoteles,
comercios y residencias, proveyéndoles, además, un sistema de recolección y
tratamiento de aguas servidas.
Imagen aérea de Friusa, en Verón-Punta Cana. ( DIARIO
LIBRE/PEDRO BAZIL)
Con la resolución 06/2019, el Inapa
instruyó al Comité de Compras y Contrataciones de la institución para que
elabore el pliego de condiciones para una licitación pública nacional para la
construcción y operación del acueducto y alcantarillado del Polo Turístico de
Punta Cana-Macao, tomando como base el proyecto de iniciativa privada
presentado por PCVC Acueductos & Alcantarillados, cuyo costo se estima en
US$200 millones. Abarcaría un perímetro de 416,871,950 metros cuadrados.
Al preguntarle a Simón Suárez,
vicepresidente de Proyectos Especiales del Grupo Puntacana y representante de
la compañía en PCVC, el porqué el sector privado no motivó antes un acueducto
para la zona, respondió: “Los hoteles no están en el negocio de acueductos y,
de hecho, lo estamos haciendo ante la necesidad imperiosa que existe de
regularizar la situación de agua en la zona. Es una realidad, es una
colaboración con la sociedad dominicana que se está haciendo”.
Además del Grupo Puntacana, entre
las cadenas hoteleras que promueven el proyecto, Suárez cita a Melía,
Iberostar, Riu y Bahía Príncipe.
La resolución del Inapa establece
que la empresa que hace la propuesta, como autora de la iniciativa, tendrá el
derecho de propiedad sobre el proyecto por un período de tres años. En caso de
que no resulte adjudicataria, podrá reclamar al oferente que obtuvo la
concesión, el reembolso total de los costos de estudios en que incurrió para
formular la iniciativa privada.
La propuesta tiene el apoyo de la
Asociación Nacional de Hoteles y Turismo de la República Dominicana (Asonahores).
“Es una tarea pendiente, y más que uno preocuparse de por qué no se había
hecho, lo importante es que se está haciendo y que se va a ejecutar”, dice el
vicepresidente ejecutivo del gremio, Andrés Marranzini.
Suárez reconoce que cuando se
explota un acuífero sin un control centralizado y sin un plan de balance
hídrico científicamente establecido, existe el riesgo de intrusión salina. “Y
lo que se pretende precisamente es establecer ese sistema de control y de
planificación del balance hídrico del acuífero, que se lograría mediante la
recolección de aguas servidas, su tratamiento y su reinyección al acuífero”,
agrega.
El ingeniero Damirón informa que, en
reuniones con el sector hotelero, se llegó a la conclusión de que los campos de
pozos que se queden fuera de servicio una vez entre en operación el acueducto,
podrían dejarse como una alternativa contingente.
El director de la Junta Municipal de
Verón-Punta Cana, Ramón Ramírez, indica que la unidad que dirige no está
involucrada en el citado proyecto. Adelanta que está a la espera de unos
estudios en el que participan israelíes, para presentárselos al presidente de
la República, y determinar qué se necesita para solucionar el problema actual,
que incluiría acueductos, filtros de agua y otras condiciones como desalinizar
el agua marina, una propuesta que no es nueva y que supone un alto costo.
Ramírez recuerda que, en 2009,
durante el gobierno de Leonel Fernández, se comenzó la construcción del
acueducto de Higüey, por el consorcio Ghella & Asociados, cuya red de
distribución iba a terminar en Verón-Punta Cana, pero no se ha concluido esa
etapa final. “Se entendía que ese proyecto iba a llegar a toda la provincia y
que iba a llegar a Bávaro, pero a Bávaro no ha llegado nada”, dice.
El
futuro si el presente no cambia
El ingeniero Damirón sostiene que,
si no se cambia el manejo de los sistemas de abastecimiento de agua mediante
pozos en la zona este, la intrusión salina seguirá progresando.
“Si viene otra temporada de sequía como la que ocurrió
entre 2000 y 2003, y la que se comenzó a vislumbrar este año y el año pasado,
se puede agudizar más la situación, entonces los hoteles que tengan sus campos
de pozos más cerca de la costa son los primeros que van a comenzar a sentir el
aumento de la salinidad, y es posible que, si en esa zona hay ascenso, la
salinidad les cambie de un mes al mes siguiente”, asegura.
Si se mantiene el sistema de campos
de pozos, sugiere que se haga una explotación mejorada, que conllevaría tratar
de adaptar los existentes a una menos riesgosa. Esto requeriría mejorarlos
reduciendo caudales, limitando su profundidad y sellándoles el fondo. Como
consecuencia, habría que construir pozos nuevos con diseño adecuado, para
compensar la reducción en la producción.
Cordero también pone la opción de construir
pozos para los complejos hoteleros a unos 15 o 20 kilómetros de distancia,
cercanos a fuentes hídricas superficiales.
Otra opción ya planteada por
sectores es construir una presa en el río Chavón.
“Con la intrusión salina se puede
convivir, pero hay que hacerlo de forma adecuada”, concluye Damirón.
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