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domingo, 3 de febrero de 2019

CONSEJOS PARA CULTIVAR UN HUERTO URBANO















Es importante comprender la esencia del proyecto; en un huerto urbano de pequeñas dimensiones la prioridad no es la producción de vegetales, sino el cultivo de valores como la paciencia y la constancia, a la vez que la potenciación de tesoros como la creatividad y las ganas de mejorar nuestro entorno.


Valorar el espacio disponible. En función de si disponemos de una ventana, un balcón, un patio, una parcela o una azotea, el diseño y la planificación del huerto variarán por completo. Todas las opciones son interesantes mientras dispongan de unas cinco o seis horas de luz directa durante los meses de verano.

En huertos minúsculos en el alféizar de una ventana o en un pequeño balcón, debemos centrarnos en vegetales de pequeño tamaño y cultivo fácil como pueden ser los brotes para ensaladas, sean lechugas, canónigos, espinacas o rúcula, entre otros. La clave será recolectar las hojas tiernas sin permitir que se desarrollen mucho con el objetivo de obtener una cosecha escalonada y constante.


Si nos planteamos seriamente la adaptación de una azotea para realizar una cubierta totalmente verde donde cultivar un huerto es de suma importancia procurar una buena impermeabilización multicapa que pueda acoger una capa de unos 40 cm  de tierra. La empresas especializadas en este tipo de trabajos lo presupuestan en unos 35€ el metro cuadrado. Sin duda alguna, es una magnífica inversión tanto por la ganancia de espacio útil para el cultivo como por las ventajas en cuanto a aislamiento térmico.

La principal diferencia entre un huerto en el suelo y un huerto en recipientes es que en el primero, el trabajo de la tierra debe ser ligero, respetando el orden de las capas que forman el perfil del suelo hasta el punto de no labrar ni remover en la medida de lo posible. En cambio, en un huerto en recipientes, el trabajo debe ser enérgico y contundente, removiendo bien el sustrato al final de cada ciclo de cultivo para integrar todos los elementos que lo forman.



Es conveniente aplicar una capa protectora superficial a base de materia vegetal (paja, restos de poda, hojarasca, etc.), llamada acolchado o mulching, para mejorar la retención de humedad y potenciar la fertilidad de la tierra, salvo tres excepciones: cuando hacemos siembra directa de semillas pequeñas, como en el caso de zanahorias o rabanitos, ya que necesitan tierra desnuda para poder germinar. También, si cultivamos el huerto en zonas de lluvias muy débiles y escasas, y por último, en zonas de montaña muy frías y húmedas o en ubicaciones sombreadas.

En entornos urbanos y espacios muy pequeños, en los que sea imposible valorar la posibilidad de disponer de un pequeño gallinero con un par o tres de gallinas que cumplan la función biorecicladora, o de un compostador de grandes dimensiones, la mejor alternativa será decantarnos por el compostaje con lombrices o vermicompost, que ocupa poco espacio y no genera malos olores.


El compost, que en un huerto en el suelo conviene aplicarlo en superficie, en un huerto en recipientes representa el 25% del volumen total del sustrato y debemos incorporarlo bien para conseguir una mezcla homogénea, además de reponerlo después de cada ciclo de cultivo.


Hacer una buena gestión del riego. Aunque pueda parecer sorprendente, muchos cultivos pueden morir por falta de agua, pero también por exceso de riego. Una planta no crece necesariamente más rápido cuanto más la regamos, y hay que integrar la idea de “tierra húmeda”, que es el término medio en el que nos tenemos que situar.

Por más ganas que tengamos de ponernos manos a la obra, debemos ser pacientes y respetar el calendario de siembra y trasplante de cada planta, ya que cada especie tiene requerimientos específicos para poder germinar y prosperar.

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