El trayecto
desde Barahona hasta llegar a Bahía de las Águilas es
realmente bonito. Por la carretera de la costa no se puede
parpadear…. Durante dos horas y media los paisajes son abrumadores:
montañas con altísimas palmeras, árboles, ríos y a ambos lados de la carretera,
cada tanto, pequeños pueblecitos donde todo transcurre en el exterior en busca
siempre de brisas del Caribe.
Las casas son de madera con techos de hojalata u
hojas de palma (o de bloque las que tienen más suerte) y se pintan siempre de
vistosos colores…. ¡Sus gentes son alegres…, y como todos los dominicanos,
bailan inagotablemente al son de su música! Al levantar la mirada no
se ve nada más que inacabable vegetación. El verde contrasta con el turquesa del
mar; el encuadre es tan bonito que cura. En esta carretera está prohibido
hablar, solo se puede contemplar.
Al llegar
a Bahía de las Águilas no se da crédito a semejante maravilla. A su
belleza se suma la virtud de mantenerse absolutamente virgen. El motivo es
haber estado ocupada durante 50 años por los americanos explotando minas de
aluminio. Alrededor del 2009 fue desocupada; ello explica su lado más
salvaje y la ausencia de proyectos, resorts o nada que atraiga
al turismo (su nombre proviene de como le llamaban los
americanos desde sus avionetas al avistar la orografía desde el cielo con forma
de águila).
No valen
palabras, las fotografías hablan por si mismas…
Al llegar
hay solo un rancho, el Rancho de Santiago, restaurante de un hombre
encantador que junto con su mujer montó hace unos años este lugar abierto
al mar donde poder comer el pescado del día (recomiendo el Chillo,
pescado local de color rojizo) o langostas pescadas en su propia playa a
través del arte de las nasas, jaulas elaboradas artesanalmente con entrada y
sin salida. Santiago organiza viajes en lancha por Bahia de las Águilas,
aunque también se puede in en coche por tierra (importante evitar ir en
festivos pues son asiduos los lugareños, no demasiados; de lo contrario
uno no encuentra a nadie).
A Bahía de
las Águilas le pertenece una vegetación seca y árida, no hay palmeras que proporcionen
sombra (aquí no llueve más de dos veces al año), por lo que hay pocos lugares
donde protegerse del fuerte sol (es imprescindible gorro y crema
solar, y por otro lado es recomendable empezar el viaje de regreso no más tarde
de las 16h para evitar conducir oscureciendo pues es muy
peligroso hacerlo en todo el país (muchos van sin luces, cruzan vacas por la
carretera, circulan camiones con una sola luz confundiéndose con motos….,
por no seguir…).
Muy cerca
encontramos tierras cargadas de bausita, razón de su intenso color
granate. De aquí se extrae el aluminio.
Y muy
cerca también está Pedernales, humilde ciudad fronteriza con Haití con
pocos atractivos pero curiosa por su contraste con el otro lado de la
barrera. La pobreza convive con sus gentes, tal vez de forma más intensa que en
el resto del país, y los dominicanos de esta zona, alegres siempre, comparten
territorio con todos aquellos haitianos que cruzaron la frontera tras
el terremoto en el año 2010. El color de las pieles conforma un
extenso abanico de tonos, desde el mulato más claro hasta el negro más
oscuro, y la energía que hay en el aire de raíces africanas le da cierto
exotismo.
Sin embargo,
la naturaleza no se olvida de suavizar la dureza con paisajes como éste…
* En Bahía
de las Águilas anida la tortuga más grande del planeta. Cada año decenas de
estos animales vienen hasta aquí para su desove.
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