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martes, 14 de enero de 2020

BAHÍA DE LAS ÁGUILAS Y PEDERNALES, FRONTERA CON HAITÍ. REPÚBLICA DOMINICANA



















El trayecto desde Barahona hasta llegar a Bahía de las Águilas es realmente bonito. Por la carretera de la costa no se puede parpadear…. Durante dos horas y media los paisajes son abrumadores: montañas con altísimas palmeras, árboles, ríos y a ambos lados de la carretera, cada tanto, pequeños pueblecitos donde todo transcurre en el exterior en busca siempre de brisas del Caribe.


Las casas son de madera con techos de hojalata u hojas de palma (o de bloque las que tienen más suerte) y se pintan siempre de vistosos colores…. ¡Sus gentes son alegres…, y como todos los dominicanos, bailan inagotablemente al son de su música! Al levantar la mirada no se ve nada más que inacabable vegetación. El verde contrasta con el turquesa del mar; el encuadre es tan bonito que cura. En esta carretera está prohibido hablar, solo se puede contemplar.


Al llegar a Bahía de las Águilas no se da crédito a semejante maravilla. A su belleza se suma la virtud de mantenerse absolutamente virgen. El motivo es haber estado ocupada durante 50 años por los americanos explotando minas de aluminio. Alrededor del 2009 fue desocupada; ello explica su lado más salvaje y la ausencia de proyectos, resorts o nada que atraiga al turismo (su nombre proviene de como le llamaban los americanos desde sus avionetas al avistar la orografía desde el cielo con forma de águila).

No valen palabras, las fotografías hablan por si mismas…

Al llegar hay solo un rancho, el Rancho de Santiago, restaurante de un hombre encantador que junto con su mujer montó hace unos años este lugar abierto al mar donde poder comer el pescado del día (recomiendo el Chillo, pescado local de color rojizo) o langostas pescadas en su propia playa a través del arte de las nasas, jaulas elaboradas artesanalmente con entrada y sin salida. Santiago organiza viajes en lancha por Bahia de las Águilas, aunque también se puede in en coche por tierra (importante evitar ir en festivos pues son asiduos los lugareños, no demasiados; de lo contrario uno no encuentra a nadie).


A Bahía de las Águilas le pertenece una vegetación seca y árida, no hay palmeras que proporcionen sombra (aquí no llueve más de dos veces al año), por lo que hay pocos lugares donde protegerse del fuerte sol (es imprescindible gorro y crema solar, y por otro lado es recomendable empezar el viaje de regreso no más tarde de las 16h para evitar conducir oscureciendo pues es muy peligroso hacerlo en todo el país (muchos van sin luces, cruzan vacas por la carretera, circulan camiones con una sola luz confundiéndose con motos…., por no seguir…).


Muy cerca encontramos tierras cargadas de bausita, razón de su intenso color granate. De aquí se extrae el aluminio.

Y muy cerca también está Pedernales, humilde ciudad fronteriza con Haití con pocos atractivos pero curiosa por su contraste con el otro lado de la barrera. La pobreza convive con sus gentes, tal vez de forma más intensa que en el resto del país, y los dominicanos de esta zona, alegres siempre, comparten territorio con todos aquellos haitianos que cruzaron la frontera tras el terremoto en el año 2010. El color de las pieles conforma un extenso abanico de tonos, desde el mulato más claro hasta el negro más oscuro, y la energía que hay en el aire de raíces africanas le da cierto exotismo.


Sin embargo, la naturaleza no se olvida de suavizar la dureza con paisajes como éste…

* En Bahía de las Águilas anida la tortuga más grande del planeta. Cada año decenas de estos animales vienen hasta aquí para su desove.


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