El planeta ha lanzado ya su voz de alarma: un millón de especies animales
y vegetales se encuentran en riesgo de extinción, muchas en las próximas décadas,
a menos que haya un cambio radical en los métodos de producción y consumo,
según advierte el mayor informe sobre biodiversidad hasta la fecha.
El análisis de la Plataforma Intergubernamental en Biodiversidad y
Servicios Ecosistémicos (IPBES), presentado este lunes en la Unesco, subraya la
responsabilidad humana en esta situación límite porque los cambios en el uso de
la tierra y el mar y la explotación directa de ciertos organismos son los
principales culpables.
El cambio climático, la contaminación y las especies exóticas invasoras
completan esa combinación, que ha llevado a que la tasa de extinción actual sea
ya “entre decenas y cientos de veces más alta que el promedio experimentado en
los últimos 10 millones de años”.
Expertos de 50 países trabajaron durante tres años en esa radiografía del
planeta en las últimas cinco décadas, que ofrece un diagnóstico sombrío sobre
el impacto del desarrollo económico en la naturaleza y en sus cerca de ocho
millones de especies.
El deterioro ha alcanzado niveles inéditos en la historia humana y la vida
sobre la Tierra tal y como la conocemos se acerca peligrosamente a un punto de
inflexión, destaca a EFE la argentina Sandra Díaz, copresidenta de ese estudio.
Al menos 680 especies de vertebrados han desaparecido desde el siglo XVI y
están en peligro más del 40 % de las especies de anfibios, un 33 % de los
arrecifes de coral y más de un tercio de los mamíferos marinos. Una estimación
provisional sitúa en un 10 % el porcentaje de especies de insectos amenazados.
Entre 1980 y 2000 se perdieron además 100 millones de hectáreas de bosque
tropical, principalmente para dedicarlo a crianza de ganado en Latinoamérica y
a plantaciones en el sudeste asiático, la mayoría de aceite de palma.
Tendemos a pensar que los seres humanos estamos al margen de los efectos,
pero todo está interconectado: la naturaleza contribuye a regular el clima o la
calidad del aire y nos ofrece comida y energía, por lo que su alteración tiene
un impacto directo en la vida humana y el desarrollo económico en el mundo.
A modo de ejemplo, esta tendencia negativa afectará al cumplimiento de los
Objetivos de Desarrollo Sostenible marcados por la ONU para 2030 en el 80 % de
los casos analizados, en materia de pobreza o hambruna, entre otros, lo que
hace que el declive sea tanto un asunto medioambiental como social.
Un armadillo con un
mes de vida se hace una bola junto a su madre en el recinto tropical del Zoo de
Burdapest. ( EFE)
El estudio, el primero intergubernamental a esta escala, descarta el
cumplimiento de las metas mundiales de biodiversidad fijadas para el periodo
2011-2020, pero sus autores confían en que sirva como base de la hoja de ruta
que se marcará el año que viene en la convención sobre biodiversidad que la ONU
celebrará en China.
No es demasiado tarde para cambiar el rumbo, pero solo si se empieza ya y a
todos los niveles, recalca la IPBES, organismo independiente impulsado en 2012
por varias agencias de la ONU e integrado por más de 130 gobiernos.
Establecer cuotas efectivas de pesca y áreas marinas protegidas, promover
prácticas que reduzcan la erosión del suelo y una agricultura sostenible,
aprovechar el conocimiento medioambiental de las comunidades indígenas y
modificar políticas de subvención nefastas para la biodiversidad son algunos
consejos.
Contener el alza la temperatura global por debajo de los dos grados
centígrados también es crucial: el porcentaje de especies en riesgo de
extinción por razones climáticas se sitúa en el 5 % con un calentamiento de dos
grados, y en el 16 % cuando sube a 4,3.
La información facilitada este lunes son solo las principales conclusiones
de un informe de más de 1.500 páginas que se publicará completo más adelante
este año, pero la experta argentina es tajante: “¿Cuánta más evidencia
necesitamos para darnos cuenta de que no podemos seguir así?”.
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